Hoy, José Antonio Meade y Andrés Manuel López Obrador son los candidatos definidos por sus partidos.
Están por sumarse el del Frente, si cuaja, y algún independiente, si logra obtener las firmas para inscribirse en la contienda.
El fin de semana no fue bueno para los dos candidatos que ya están listos en el arrancadero.
El sábado, Andrés Manuel López Obrador, en un mitin en Quechultenango, Guerrero, habló de los 43 estudiantes desaparecidos en Iguala en 2014. Aseguró que se ha ocultado la verdad de lo sucedido y que eso, en lugar de fortalecer al Ejército, lo debilita.
Dijo AMLO: “si se conoce lo que sucedió realmente, si se le da protección a los que saben qué sucedió vamos a estar mejor y el Ejército en vez de debilitarse, se va a fortalecer, porque no es con mentiras como se resuelven los problemas”.
Lo que llamó la atención fue la siguiente frase: “Si es necesario vamos a convocar a un diálogo para que se otorgue amnistía siempre y cuando se cuente con el apoyo de las víctimas; no descartamos el perdón. Se debe perdonar si está de por medio la paz y la tranquilidad del pueblo”.
Lo anterior fue entendido como llamar a la pax narca. Nadie podría estar de acuerdo con eso.
Nadie, y menos las víctimas.
Ni perdón, ni olvido a quienes tienen al país envuelto en una ola de violencia, sangre, muerte y miedo.
Por otro lado, el ciudadano José Antonio Meade ya es del PRI.
Aquel llamado que hizo a los dirigentes de los sectores y organizaciones de su partido surtió efecto en menos de una semana.
Y el ciudadano Meade dejó de ser el hombre común que ocupaba grandes cargos públicos para convertirse en un priísta que ha sido ungido como candidato presidencial.
¿Quién le va a creer a Meade que es el “cambio” cuando los ritos del tricolor reviven para enaltecerlo?
¿Cómo va a explicar el ex ciudadano Meade que no sabía de los malos manejos de los ex gobernadores Duarte o Borge si él fue el encargado de las finanzas nacionales?
¿Qué le va a decir a los mexicanos de que fue él quien impulsó y defendió con todo el llamado “gasolinazo”?
¿Habrá quién le crea que no le gusta la ceremonia llena de confeti tricolor, de porras y slogans vacíos?
El ciudadano Meade cayó en las garras de la adulación, de la lambisconería y de la genuflexión del priísmo más rancio que se haya conocido.
La Letrina. Aún no comienza la campaña pero tanto a Andrés Manuel López Obrador como a José Antonio Meade ya les pesan algunos colaboradores que traen en el costal.
Unos, los de AMLO, por su pasado político y de poca eficacia en el desempeño de los cargos públicos.
Meade, por acompañarse de personajes de poca claridad en su paso por el servicio público y su personalidad prepotente que recuerda lo peor del PRI que México no necesita más.