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«COLUMNISTA INVITADO»: ¿Una Cataluña libre?

Las cartas ya están echadas.

Hago esta pregunta para adentrarme al tema del independentismo de un sector de la población de la región autónoma de Cataluña, España. ¿Una Cataluña libre? Pero de quién. ¿Del gobierno y administración central de España? ¿De Bruselas? ¿De los Reyes católicos? ¿Del proceso de globalización? ¿Del proceso de integración europeo que inició en el año de 1957 con el Tratado de Roma? No queda claro. Si bien es cierto, hay interpretaciones teóricas que podrían explicar el separatismo, como la sociología histórica, pienso que un movimiento de independencia como el catalán se encuentra desfasado si consideramos que el proceso de integración que vive el viejo continente vía la Comunidad Económica Europea (CEU), hoy en día Unión Europea (UE). Este se germinó para alejar el fantasma de los nacionalismos y los problemas (antagonismos) no solucionados en el contexto del periodo entre guerras (1918-1939) y posterior al fin de la segunda guerra mundial (1945).

Pensar en una Cataluña independiente, respetando por su puesto, lo que opinan alrededor de 40% del pueblo catalán que prefiere la autonomía, es un retroceso en lo que respecta a la teoría de la integración económica. Es aquí cuando el regionalismo se pone en entredicho. De acuerdo a Zelada Castelo, teórico de la integración, ésta “consiste en la identificación racional de áreas de cooperación entre Estados y en la elaboración de un interés común destinado a ser el soporte de acciones encaminadas a eliminar el conflicto o atenuar sus efectos”. Por su parte, para Ramón Tamames “la Integración Económica es un proceso mediante el cual dos o más mercados nacionales previamente separados y de dimensiones unitarias poco adecuadas, se unen para formar un solo mercado de una dimensión más idónea”.

Cataluña es parte de este proceso de integración que ha transitado desde sus inicios en complicadas negociaciones para llegar a lo que hoy en día es la Unión Europea. Haber pasado de un área de preferencia arancelaria a una de zona de libre comercio, para que después se avanzará a la unión aduanera con vísperas de un mercado común pasando a una unión económica y política no ha sido nada sencillo para los europeos, sobre todo conociendo los antecedentes (guerras) que caracterizaban las relaciones intrarregionales. Si alguien se pregunta la razón por la cual la mayoría de los países europeos no reconoce el gobierno autónomo catalán, esta, quizá, sea una de las mayores razones.

Una Cataluña independiente, fuera o no del marco legal español, sería un duro golpe para todos aquellos que han creído en el proceso de integración europeo. Dejar que Cataluña se independice de España, no solo es abandonarla, sino dejar a un lado la idea de una Europa de por si vapuleada por el Brexit inglés y los retos que la atañen en materia de lucha contra el terrorismo y los flujos migratorios que presionan y dan cabida en el mapa político a los ultraderechistas. Cataluña no es un asunto solo de España; es, sin lugar a dudas, el termómetro de los movimientos sociales que se avecinan y que responden a un mundo convulso. Las cartas ya están echadas. La aplicación del artículo 155 de la Constitución española y el artículo 472 del código penal español (hasta 30 años de cárcel a quienes atenten contra la constitución española) no contempla miramientos y sentimentalismos. Ojalá y los españoles puedan transitar pacíficamente este proceso.

 

Adolfo Laborde. Analista internacional. Profesor Investigador de la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad Anáhuac.

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