Tiene poco que prohibieron el matrimonio infantil en México.
La brecha de igualdad entre hombres y mujeres tiene una historia centenaria. La lucha por ser reconocidas ante la ley con los mismos derechos que los hombres, también.
En México existe una particularidad muy especial, pues la primera vía para lograr la equidad es que el Estado nos reconociera como ciudadanas en todos los sentidos y para ello hubo décadas de retraso en comparación con el resto del mundo.
Tan sólo en el siglo 20 se dieron muchos movimientos para lograr esta paridad. En 1928 se creó la “Comisión Interamericana de las Mujeres”, primer organismo mundial enfocado al reconocimiento de los derechos civiles y políticos de las mujeres, pero este logro no fue sólo de la OEA, más bien, fue resultado de la enorme lucha de las sufragistas.
Increíblemente para ese momento, nuestro país ya contaba con un par de leyes bastante progresistas en materia de equidad, la primera publicada el 28 de febrero de 1878, el “Reglamento para las escuelas primarias y secundarias de niñas”. Fue un periodo en que el analfabetismo femenino superaba el 70%; la otra ley fue promulgada en 1914 bajo el régimen de Venustiano Carranza y era la “Ley del divorcio”, misma que firmó rodeado por un grupo de mujeres y en donde se nos permitía separarnos legalmente del cónyuge.
En plena Revolución Mexicana se dio “El Primer Congreso Feminista”, el 28 de octubre de 1915 en Yucatán. Al año siguiente, Hermila Galindo solicitó al Congreso Constituyente el voto femenino, propuesta que fue rechazada de manera inmediata. Entonces las mujeres tuvimos que esperar hasta 1937, cuando Lázaro Cárdenas presentó una iniciativa, que por cierto fue aprobada por ambas Cámaras, pero nunca fue aplicada debido a “irregularidades de procedimiento”.
Nuestro derecho al sufragio llegó en papel el 17 de octubre de 1953, a través de una reforma constitucional al artículo 34, pero de forma real sería hasta 1954, cuando por primera vez las mujeres votamos en elecciones federales.
Mientras tanto, a nivel mundial ya se habían dado varios avances, primero al formarse a través de Naciones Unidas el 21 de junio de 1946 la “Condición Jurídica y Social de la Mujer” (CSW), organismo creado para asegurar la equidad y promover nuestros derechos. Para febrero del año siguiente esta comisión contaba con la participación de 15 países y durante esa primera reunión se estableció la necesidad de “eliminar todo tipo de discriminación contra la mujer” (25 de febrero de 1947).
Después de un difícil debate en 1952, la Asamblea General de la ONU crea la “Convención de los Derechos Políticos de la Mujer”, el primer instrumento mundial para asegurar el voto femenino (y casualmente en México, se nos otorga este derecho tantas veces negado, un par de años más tarde).
Para el 1 de noviembre de 1965, se redacta la “Recomendación para el Consentimiento del Matrimonio y la Edad Mínima para el Matrimonio”, documento muy contrastante con nuestro país, si consideramos que hasta hace muy poco tiempo los legisladores prohibieron el matrimonio infantil en México, y que también hasta hace unos años en cada unión legal se leía la famosísima epístola de Melchor Ocampo donde la mujer quedaba en un papel de total sometimiento ante su compañero.
Y aún con tantas asignaturas pendientes en materia de género, en 1975 la Ciudad de México fue la anfitriona de la “Conferencia Mundial en el año Internacional de la Mujer”. De esta cumbre saldría el primer borrador de lo que posteriormente se convertiría en el máximo documento en materia de equidad: la “Convención de la Eliminación de todas las formas de Discriminación en contra de las Mujeres” (CEDAW).
Esta especie de Carta Magna de los derechos de la mujer fue aprobada en 1979, pero instrumentada hasta 1981. En 1980, en Copenhague, durante la “Segunda Conferencia Mundial sobre la Mujer” se incluye el tema de la violencia hacia las mujeres. Después de ello, el otro gran momento fue en 1995 cuando entró en vigor la “Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer”, mecanismo adoptado por México en 1998; es decir, importamos décadas después una ley que en principio se creó en nuestro país.
Peor aún, en el 2007 se promulga la “Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia” (este conjunto de leyes de protección es el eje rector en materia de justicia para las mujeres) y resulta que este gran avance, este salto cuantitativo en materia de género y equidad, estas políticas de vanguardia son sólo una versión más de la “Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer” y de nueva cuenta, importamos leyes con décadas de retraso.
Y no sólo las traemos tarde, sino que las implementamos tarde y en muchos casos los resultados de estas políticas en la vida diaria de las mujeres, son casi imperceptibles.
Georgina Juárez Lledias. Colaboró en el suplemento cultural “El Búho”, publicado en el diario Excélsior y dirigido por René Avilés Fabila. Además, habitual colaboradora de suplementos culturales en Milenio Diario. Autora del libro digital “Alerta Femenina”, encaminado a difundir los derechos de las mujeres ante las distintas formas de violencia.