Las imágenes que hemos visto en redes sociales, en televisión y periódicos son contundentes. Pero solo son una pequeña muestra del enorme dolor, de la tragedia y la emergencia que hay en nuestro abatido país.
De un México enojado por la corrupción, decepcionado de la clase política, harto de la mezquindad de unos y la avaricia de otros, pasamos a un México vapuleado por huracanes, a un México asolado por dos terremotos y a un país unido ante la adversidad.
La emergencia no ha terminado y la tragedia va para largo. Quisiéramos ser optimistas, pero está difícil.
Las pérdidas humanas son irreparables. Hasta ayer 194 muertos en la Ciudad de México, 74 en Morelos, 45 en Puebla, 13 en el Estado de México, 6 en Guerrero y uno en Oaxaca. Por lo menos 333 personas murieron en el trágico aniversario del 19 de septiembre.
Si, el temblor ha sido de los más poderosos que se ha sentido en la Ciudad de México, pero ¿cuántas muertes se hubieran evitado si empresarios ruines no escatimaran recursos al construir o funcionarios públicos no se dejaran corromper?
No hay nada peor, es más, es imposible siquiera imaginar el dolor de una madre y un padre al ver cómo rescataron el cuerpo sin vida de su hijo entre los escombros de un colegio que se colapsó por la irresponsabilidad, corrupción, omisión y mentiras de los dueños.
Hoy se sabe de las irregularidades que había en el Colegio Enrique Rébsamen. ¿Quién permitió una construcción que rebasaba la altura para funcionar como centro educativo? ¿Documentos falsos? ¿Hicieron lo que les correspondía el INVEA, la SEP y la delegación Tlalpan? Imposible entender que ninguna autoridad se dio cuenta que se construyó una casa encima de un edificio escolar. Exijamos una exhaustiva investigación para que se castigue a los responsables de la muerte de 19 pequeños y 7 adultos en esa escuela.
Hablando de escuelas, la pregunta es inevitable ¿qué pasó en el Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Monterrey, campus Ciudad de México? El TEC se construyó a principios de los noventas, ¿por qué se cayeron esos puentes que aplastaron a los estudiantes? ¿La construcción cumplía con los más recientes reglamentos de construcción? Seguramente los padres de los cinco jóvenes que perdieron la vida en sus instalaciones, exigirán una respuesta contundente a las autoridades de esta prestigiada y costosa institución. Un homenaje no es suficiente.
En otros países, las escuelas son utilizadas como refugios o albergues, porque las estrictas normas de construcción las hacen seguras. En la Ciudad de México, por lo menos, cincuenta escuelas deberán ser reconstruidas total o parcialmente porque tienen daños graves después del sismo, otro tanto en los estados afectados por los recientes terremotos.
A la tragedia y dolor por los muertos, habrá que sumarle otra desgracia, la de las familias que perdieron prácticamente todo.
Aun no hay un censo exacto. Anoche, en su mensaje a la nación, el presidente Enrique Peña dijo que hasta el momento son 190 mil inmuebles afectados en todo el país y de ellos, miles tendrán que ser demolidos por tener daños estructurales.
No es tiempo para mezquindades, ni oportunismo. Ni de los gobiernos ni de los partidos políticos. El hartazgo y desconfianza de la sociedad está en niveles insostenibles.
Urge un plan de reconstrucción que dé tranquilidad a los miles de damnificados; que no haya la mínima duda en el manejo del dinero que se destine para ello; que los partidos políticos no lucren con el dolor; que las constructoras respondan y que los seguros paguen lo prometido.
¿Será mucho pedir en medio de tanto dolor e infortunio?
Como quiera que sea, no podemos bajar la guardia, debemos estar vigilantes y exigir a todos que cumplan; ya vimos que unidos se puede. ¡Mantengamos el puño en alto!