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«POTENCIAL»: Mujeres en la reconstrucción

Las marchas de la Coordinadora Única de Damnificados (CUD) en los 80 eran fácilmente reconocibles a la distancia: estaban integradas por mujeres de barrio que poco a poco fueron perdiendo el mandil; iban acompañadas de sus hijos pequeños y llevaban una bolsa de mandado vacía, y las líderes tenían atributos un poco diferentes y algunas venían del Movimiento Urbano Popular.

El perfil popular y hasta tradicional de inicio no impidió que fueran el movimiento social más importante y más exitoso de la historia reciente de México; pero sí hubo un sesgo de género que se filtró a los liderazgos: quienes mejor capitalizaron individualmente la lucha al entrar a la esfera pública formalizada fueron los varones, típicamente, los primeros Asambleístas del DF cuando por fin tuvo elecciones en 1997.

Hay dos cosas que serán diferentes en la reconstrucción de Oaxaca, una positiva y otra negativa: por la tradición de combatividad de las juchitecas, la herencia de la Coalición Obrero Campesina Estudiantil del Istmo (COCEI) que llegó a tener dirigentes regionales tehuanas, así como ser un territorio donde el poder económico se encuentra en gran medida en manos de las mujeres, y por su rol social mucho más emancipado en el espacio público, podemos prever que encabezarán el liderazgo de la reconstrucción y que no será suave.

Un fotógrafo de los 90 recordaba que las protestas de la COCEI habían alcanzado la carretera Panamericana, donde bloqueaban el paso de México y Centroamérica. “Hasta delante, sentadas sobre los troncos que impedían el paso, estaban ellas, como pájaros multicolores”, me narraba y añadía convencido: “son unas cabronas”.

El gobierno federal se da prisa en terminar mañana el censo de casas dañadas. La premura dará como resultado un padrón impreciso, es de esperarse que permitan que la gente damnificada quede fuera.

El resultado de la CUD en los 80, como grupo de presión, obligó al gobierno federal al 2º decreto expropiatorio. Miguel de la Madrid, neoliberal como era, sólo había expropiado los predios donde había dependencias públicas dañadas. El proyecto era dejar a su suerte a quienes rentaban o habían tenido viviendas muy viejas. Fue la lucha acérrima de las y los damnificados quien presionó para que se hiciera responsable.

La mala noticia es que estamos en la era neoliberal desde hace mucho y la filosofía de todos los modelos liberales excluye el concepto de redistribución. Eso tiene sus consecuencias: Enrique de la Madrid Cordero, hijo del ex presidente, y secretario de Turismo, aprendió muy bien las lecciones y el jueves pasado se apresuró a decir, en una entrevista radiofónica, que la “reconstrucción tendrá su base en auto-construcción”. Y como el diablo está en los detalles, es necesario un contexto histórico.

Miguel de la Madrid en un principio pensó que con los recursos federales se podía reconstruir –sólo los edificios públicos– pero cuando la lucha de la sociedad civil lo puso contra las cuerdas de la realidad, pidió financiamiento internacional para la reconstrucción de la vivienda y así se hizo, además de los recursos de las ONGs extranjeras. Plantear que ahora va a ser un ejercicio de autoconstrucción es decir que el gobierno sólo va a dar ladrillos y cemento, no planos, no arquitectos, no diseño urbano. Convendrían que platicaran las mujeres de la Unión de Vecinos y Damnificados de la colonia Roma con las poderosas istmeñas y estar alertas para que no se las lleven al baile. A pesar de su neoliberalismo el gobierno tiene la obligación de la reconstrucción digna y “de buen gusto”, como lo pidió De la Madrid. 

Genoveva Flores. Periodista y catedrática del Tec de Monterrey. 

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