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«DOLCE ÁLTER EGO»: MOG Bistro, auténtico y contemporáneo

Si un japonés de origen te recomienda un restaurante de cocina asiática “por su gran sazón” cuyo propietario es un mexicano, en definitiva hay que probarlo.


Y eso hice esta semana, tras su “recomendación”: ir al
MOG Bistro, el restaurante de ambiente casual y minimalista sobre la calle de Frontera, en la Roma Norte, validado por los japoneses “muy japoneses”.


Con una oferta amplia y dividida en las distintas especialidades de la cocina oriental, el MOG logró que “se me hiciera agua la boca” tan sólo con leer su menú, por cierto impreso en una carpeta muy visual y divertida.


Al observar que la mayoría de los comensales jóvenes ordenaban rollos de sushi (aquí con barra propia) y cerveza, hice lo propio pidiendo como entrada el “Futomaki vegetariano” (relleno de nabo frito, pepino, setas y espárragos), una orden de “Edamame preparado” (con soya y hojuelas de bonito) y por supuesto, una Sapporo bien fría.


Además de sushi, sashimis y nigiris, el MOG ofrece especialidades de dim sum (al vapor), sumibi (brochetas al carbón), encurtidos, ramen, udon, sobas y hasta “guisados”, sin faltar los postres y coctelería de autor. 


Para mi plato fuerte, no pude resistirme al Mapo tofu, consistente en carne de cerdo molida y sofrita en aceite de ajonjolí con cuadros de tofu en caldo de pasta picante de frijol, aromatizado con jengibre, cebolla, pimienta de Sichuan y licor (imaginen algo parecido a un picadillo con sabor oriental).

En lugar de acompañar mi guisado chino con un tazón de arroz al vapor—como dicta la tradición–, ordené un par de nigiris tostados (al carbón). El conjunto me llevó a un gozo indescriptible. 


Aunque el Mapo tofu es un plato permanente en su menú, recomiendo tomarlo en tardes lluviosas u otoñales, ya que calienta el cuerpo de inmediato. Lo sirven de manera abundante, así que puede compartirse entre dos.

De lo que ordenaron mis acompañantes, me quedo con la suavidad y sabor especial del “Bacalao en salsa de yuzu” y con el tazón de “Sashimi de atún con nattó” (frijol de soya fermentando), un alimento japonés difícil de encontrar en un restaurante no auténtico o de imitación. Aunque el sabor del frijol fermentado es fuerte y de textura “babosa”, combinado con lo dulzón del atún se vuelve algo exótico y aventurado.


No me avergüenza confesar que culminé mi experiencia MOG con un “Mil hojas de matcha” rebozado con crema batida y frijol dulce. 


Con un chef japonés al frente de su cocina, el MOG ofrece platillos auténticos (que respetan la técnica y la tradición) con sabores nuevos y presentación contemporánea.


Es muy buen lugar para comer delicioso y quedar satisfecho, con precios justos. Lo único malo es el servicio. Los jóvenes que hacen de meseros carecen de toda mística respecto de su trabajo, por lo tanto, hay que tener paciencia y contar hasta mil. No lo recomiendo para ligar o sostener una plática seria de trabajo, pues la música a alto volumen no lo permitiría.

Pero tengo cinco magníficas razones para volver: el “Tuna bowl”, la “Anguila de la casa bañada en salsa Teriyaki”, el “Chessecake japonés”, el “Mojito Yamamba” (su coctel insignia, con sake, limón, hierbabuena y cardamomo) y los Obentos, servidos de 11:00 a 13:00 horas, desde 250 pesos (perfectos para un delicioso y rápido almuerzo). 


MOGBistro
Frontera 168, entre Zacatecas y Querétaro, Col Roma Norte.

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