Una marcha supremacista blanca en la que se vieron armas y ondearon banderas nazis en Estados Unidos. Luego un vehículo embiste con furia a quienes se rebelaban contra esa protesta. En respuesta lenta, el presidente de la nación más poderosa del mundo –que anda de vacaciones– condena la violencia de “ambas partes”.
Ese mismo presidente, advirtiéndole a Nicolás Maduro de una posible acción militar en Venezuela si “sigue la escalada autoritaria de Nicolás Maduro”. Previamente Donald Trump tuvo un cruce de furia con el presidente de Corea del Norte, Kim Yong Un.
Muchas locuras en muy poco tiempo. El odio más presente que nunca. La globalización que prometía acercar pueblos pende de un hilo. Los días del encono parecen interminables. La furia se vomita por todos lados. Algo está sucediendo con la humanidad.
En México casi a diario conocemos de un hecho trágico que sobrepasa la nota roja: una adolescente de 14 años es asesinada a balazos tras robar, junto con otros jóvenes, un vehículo y disparar contra los policías que los perseguían. Luego se supo que la jovencita en su perfil de Facebook hacía alarde con sus armas. Después, una mujer española aparece muerta tras ser ¿secuestrada?, pero nunca pidieron rescate. Facilidad para delinquir, facilidad para matar, facilidad para amenazar: el odio tiene muchas expresiones.
Las muestras de furia son ya el pan nuestro de cada día. Cierto día preguntaba ingenuamente a una amiga colega si era real mi preocupación por tanta cosa negativa que pulula en el ambiente o si era alimentada por estar conectada a las redes sociales. Las dos son ciertas, me dijo. Ahora nos enteramos de las peores cosas en tan solo segundos.
Las sociedades tanto avanzadas como en vías de desarrollo, se están alimentando con el odio. Ineficacia de sistemas, corrupción, impunidad, llegada de populistas tanto de derecha como de izquierda; la polarización y el resentimiento sacan el lado oscuro de los seres humanos. La gran pregunta es ¿qué debemos hacer como individuos?
Al menos en nuestros pequeños entornos fomentar la convivencia, diálogo; reforzar valores universales como la honestidad, el perdón, la solidaridad, si no ¿porqué sorprendernos de tanta locura y tanto odio?