La medallista olímpica mexicana Paola Espinosa, se vio envuelta en una polémica luego de dar a luz a su primogénita.
Tras darse a conocer que ya era madre, la atleta recibió todo tipo de felicitaciones, entre ellas la de la marca de bebidas Gatorade, que es también su patrocinadora y cuyo mensaje en Twitter fue repudiado por su supuesto tono machista.
La felicitación consiste en una postal que dice: “Paola, felicidades por obtener la medalla más grande de todas: Ser mamá”. Esto fue suficiente para despertar la lectura entre líneas: Gatorade minimiza a Paola, la resume en ser mamá. ¿Y qué pasa con las mujeres que no son mamás? Tras un rato de polémica, la propia Paola respondió: “Gracias @gatorademex por valorarme siempre como deportista, en toda mi trayectoria y como mujer, y SÍ mi medalla más grande es ser mamá”; acto seguido, retuiteó la felicitación de esa marca.
Parte de la controversia consistía en asegurar que Gatorade le había impuesto a Paola Espinosa la atribución de que la maternidad era su medalla más grande. Sin embargo, la propia clavadista ya había manifestado una idea similar en la entrevista que concedió a la agencia española EFE en enero de 2007. “No existe mayor medalla en mi carrera” dijo Paola en esa nota en la que narraba la experiencia de su embarazo del bebé que procreó con el también medallista olímpico Iván García, apodado El Pollo.
Aunque creo que con este último dato la discusión sobre Gatorade y Paola carece ya de sustento, varias de las cosas que leí sobre feminismo y maternidad me motivan a compartir mi opinión.
En lo personal, la maternidad nunca ha sido una meta planeada para mi vida. Así lo he tenido claro desde temprana edad, por lo que enfoqué mis sueños hacia otros rumbos. No obstante, suelo ser la primera en felicitar a mis amigas que han tenido bebé.
Recuerdo el caso particular de una amiga muy querida, extranjera, que durante meses luchó por una plaza laboral en el área médica. Al poco tiempo que la obtuvo se embarazó. Al ser madre dejó su empleo porque, a pesar de que su proyecto laboral era meta de vida, su hijo se convirtió en prioridad. Así, dejó su profesión y actualmente es la madre de dos hijos.
De acuerdo con el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, éste consiste en que las personas puedan desarrollar su máximo potencial y llevar adelante una vida productiva y creativa, de acuerdo con sus necesidades e interés.
“No es válido ser madre antes que mujer”, dicen algunas. Lo que no es válido, pienso, es ser presa de un dogma. El dilema no debe ser si ser madre es la mejor de las metas, sino tener la autonomía de decidirlo.
El ser madre no es indicador del desarrollo como ser humano de una mujer. Pero el ser profesionista, artista, deportista o cualquier otro título laboral tampoco lo es necesariamente.
Ser madre no debe ser una imposición, pero tampoco el feminismo tampoco debe ser un censor de metas. La historiadora Yvonne Knibiehler, autora de ¿Quién cuidará a los niños? Memorias de una feminista iconoclasta (2007), considera que el feminismo equivocó el camino cuando decidió ignorar la maternidad. “Lo que espero es que las –y los– que se declaren feministas en el futuro hayan comprendido que, sin duda, hay que ayudar a las mujeres a no ser madres cuando no quieren serlo, pero que también hay que ayudarlas a serlo cuando lo desean”.
¿Renunciar a otras “medallas” por la maternidad es sumisión? Para algunas feministas lo es. Resulta igual de peligroso someterse a los hijos que a los hombres, alertan algunas. Para la filósofa francesa Elisabeth Badinter, no hay lugar a dudas: “es un movimiento regresivo dentro de la sociedad que convierte a las madres en esclavas de sus hijos”.
Puede ser. Lo que es un hecho es que no nos volvimos feministas para ser esclavas del mismo feminismo. Para mí, la mayor medalla es la libertad del ser para decidir qué retos quiere enfrentar y qué preseas desea alcanzar.