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«EL RING DE LOS DEBATES»: TLCAN, renovarse o morir

Dicen que no hay plazo que no se cumpla y el tan temido inicio de la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), ya tiene fecha: el próximo 16 de agosto.

Los gobiernos de los tres países acordaron el método y el calendario para modernizar el acuerdo comercial. Habrá siete rondas con intervalos de tres semanas donde se revisarán los avances. La primera de ellas será del 16 al 20 del próximo mes y se desarrollará en Washington.

Si todo avanza conforme a lo planeado, esta calendarización permitirá evitar que la actualización del tratado se contamine con los comicios de 2018 en los que México elegirá a su futuro presidente y Estados Unidos renovará la totalidad de la Cámara de Representantes y 33 curules del Senado.

Desde su campaña, Donald Trump ha sido un férreo crítico del pacto. “Ya no vamos a permitir que otras naciones rompan las reglas, roben nuestros empleos y drenen nuestra riqueza”. Frases como esa han caracterizado su embestida contra el convenio vigente desde 1994.

El pasado lunes 17, la Casa Blanca definió los objetivos que busca en la renegociación. El primero y más importante para ellos: reducir el déficit comercial. El representante comercial de Estados Unidos, Robert Lighthizer, explicó que desde la firma del acuerdo en 1994, la balanza comercial con México pasó de un excedente para su país de mil 300 millones de dólares a un déficit de 64 mil millones de dólares.

Además, el gobierno de Trump quiere incluir en el acuerdo un capítulo sobre economía digital; fortalecer las obligaciones en materia ambiental y laboral; enmendar las reglas de origen para que un volumen mayor del intercambio sean productos de Estados Unidos y, ojo, crear un apartado en materia de combate a la corrupción.

¿MÉXICO EN DESVENTAJA?

La gran pregunta que nos hacemos es si nuestro país está preparado para no ser avasallado por la administración Trump. La duda no es gratuita. El pasado 6 de junio, ambos gobiernos anunciaron el acuerdo para poner fin al conflicto azucarero. La solución pactada nos dejó un amargo sabor de boca.

Para evitar aranceles a las exportaciones de azúcar mexicana, se tuvo que aceptar una reducción del 40 al 30% en las ventas de grano refinado. Aunque el secretario de Economía, Ildefonso Guajardo, presumió como un logro que el precio aumentara de 23 a 26 centavos de dólar. Los productores nacionales no se dijeron satisfechos.

Además, han trascendido pugnas en el primer círculo del gobierno de Enrique Peña Nieto. Al parecer, el canciller Luis Videgaray ha secuestrado la negociación, relegando al secretario de Economía, Ildefonso Guajardo.

Ante la pasividad del Gobierno Federal, la iniciativa privada ha asumido una actitud más agresiva. El Consejo Coordinador Empresarial (CCE) contrató a la firma Akin, Gump, Strauss, Hauer y Feld para que lo asesore en el cabildeo ante el Capitolio y el gobierno norteamericano.

Esa firma tiene entre sus clientes a empresas como Amazon, American Airlines, AT&T, Boeing o Chevron, y designó a dos de sus mejores cabilderos para defender los intereses mexicanos. Se trata de Justin McCarhty, un ex funcionario de la Oficina del Representante de Comercio de Estados Unidos que en la gestión de George Bush logró la aprobación de los tratados de libre comercio con Colombia, Corea del Sur y Panamá. Sus esfuerzos se concentrarán con los republicanos.

Del lado demócrata, la firma dispuso a Scott Parven, un abogado considerado entre los mejores “lobbistas” que ha participado en asesorías de varios acuerdos de libre comercio y en el frustrado Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP).

México tiene ante sí una gran oportunidad y debe aprovechar la renegociación del TLCAN. Pese al discurso adverso de Trump, quienes encabezarán las discusiones del lado estadounidense saben que no les conviene una ruptura. El secretario de Comercio, Wilbur Ross, por ejemplo, es fundador y accionista de al menos ocho fábricas de autopartes con sede en territorio mexicano. 

La posición del gobierno mexicano debe ser firme en la defensa de los intereses de los productores nacionales y abanderar el concepto de fortalecer a América del Norte como una región competitiva a nivel global. Así pues, la disyuntiva es renovarse o morir.

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