La mayoría de nosotros tenemos o conocemos a alguna persona mayor de 60 años con problemas económicos, enfermo, solo o en un estado de indefensión. O de otros en los que el problema no es la pobreza, al contrario: es una persona que trabajó toda su vida, hizo un patrimonio y ahora se enfrenta a la expoliación familiar; pleitos entre hijos y cónyuges, sobrinos y demás parentela por los bienes que posee. Tal vez estos sean los pocos, pero dan una idea de la problemática que rodea a la vejez.
Por eso me llamó mucho la atención el reciente informe sobre la población en México publicado por el INEGI. De 1990 al 2017, aumentó de 26 a 36.7% la población adulta de entre 30 a 59 años de edad y de adulta mayor de 60 y más, de 6.4 a 10.5%. Aunque hoy en día el grueso poblacional son los niños y las personas jóvenes, el número de viejos va en aumento. ¡Se espera que para 2050 el aumento de la población vieja alcance los 32 millones de mexicanos!
El desafío es mayor en todas sus vertientes: económico, financiero, mercado laboral, salud, estructura familiar. Los avances científicos y tecnológicos y los programas de salud han permitido el crecimiento en la esperanza de vida. Hoy en día un mexicano en promedio vive 75.3 años. Un gran avance, pero también un problema que viene como bola de nieve.
No hay sistema financiero que pueda resistir la enorme carga de pensiones; gente que ya no produce y demanda atención médica integral. Los programas asistenciales solo han demostrado ser fábricas de votantes en potencia.
Los datos del creciente número de viejos en el país me llevó a leer “La vejez”, un ensayo de Simone de Beauvoir. La filósofa francesa hace una disección cultural, histórica, biológica y existencialista precisamente sobre los ancianos.
¿En qué momentos somos viejos? ¿Cuando nuestro cuerpo o mente no responden? ¿Cuando la biología nos vuelve artríticos e inservibles? ¿Cuando ya no trabajamos? Las preguntas rondaron a la filósofa y de ahí se internó en la búsqueda de respuestas.
Así encontró, por ejemplo, que hay culturas en las que se veneró a los ancianos y hasta quienes los mataron para deshacerse de lo que se consideraba una carga para la familia. A quienes los achaques vienen a los 60, pero también a los 80. Así de complejo el asunto de la vejez.
El envejecimiento poblacional es un fenómeno mundial. Aún en países desarrollados, representa una carga para los sistemas fiscales y de salud. En nuestro caso nos preguntamos ¿y qué se está haciendo para enfrentar lo que se viene? 30 años parecen lejanos, pero hasta ahora no hemos escuchado o leído de alguna estrategia integral en la que se esté trabajando. Tampoco es tema que merezca, como muchos urgentes, el interés de quienes pretenden gobernar.
Hacernos viejos sí depende de la biología, pero también de las circunstancias que nos rodean. No es lo mismo esperar los años con un techo, comida y atención médica seguros que hacerlo en la absoluta exclusión.