El tema del racismo ha sido una constante en la historia de nuestro país, y posiblemente sus raíces se alojaron desde la construcción de un Estado Nación que se configuró desde sus inicios como excluyente.
Los mexicanos sabíamos que el color de la piel tenía un significado simbólico y que la publicidad, los programas de televisión, fueron generando un sesgo muy marcado a favor de las personas de tez clara.
Recuerdo a un gran amigo egresado de Arte Dramático de la UNAM, que su aspiración era trabajar en Televisión; sin embargo, no podía lograrlo hasta que el gobierno federal requirió promocionar en la pantalla el Programa Nacional de Solidaridad.
Dicho programa tenía como propósito mejorar la condición de los mexicanos en situación de pobreza, esa fue la coyuntura para hacer su sueño realidad. La grabación del promocional requería de una persona de tez oscura que apareciera en pantalla recibiendo los beneficios de la política social, ejemplo claro de las prácticas racistas, la clara relación entre los rasgos fenotípicos de las personas y los prejuicios que se generan a partir de los Medios de Comunicación.
Entonces no es un tema nuevo esto de los estigmas que la sociedad mexicana ha generado en torno al tono de la piel. Vinieron estudios académicos que fueron corroborando dicha situación, El Informe de Movilidad Social en México publicado por el Centro de Estudios Espinosa Yglesias (CEEY), los Estudios de Movilidad Social realizados en el Colegio de México (COLMEX), documentos que encontraron una fuerte correlación entre el tono de piel con la movilidad social.
Investigaciones hechas por otros académicos indicaban que las personas con un tono de piel más oscuro reportaban haber sufrido actos discriminatorios, 30% más que las personas con tez clara. Por lo tanto, la discriminación por tono de piel no es un tema ausente en el siglo XXI.
En días pasados el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) dio a conocer el Módulo de Movilidad Social Intergeneracional (MMSI) 2016, que corrobora ahora con datos oficiales el grado de racismo y los efectos que el color de la piel tiene en la vida económica y social de las personas.
La importancia del estudio de la movilidad intergeneracional radica en la información proporcionada sobre las condiciones de vida que una sociedad ofrece.
¿Qué oportunidades laborales, educativas, económicas tenemos en México? ¿Estas oportunidades se reflejan en cambios entre nuestros ascendentes económicos y nosotros? ¿Tenemos igualdad en el acceso a oportunidades? ¿El lugar que hoy ocupamos en la estructura socioeconómica fue resultado de condiciones de igualdad? ¿Esta posición socioeconómica fue resultado de un proceso competitivo que se generó en condiciones de igualdad y equidad? ¿Mi origen social no es un condicionante para tener desventajas? Estas respuestas pueden ser arrojadas por un estudio de Movilidad Social Intergeneracional.
Este modulo captó datos sobre el nivel educativo, socioeconómico y ocupación de los ascendentes económicos de la población que fluctúa entre 25 y 64 de edad, así como una autoclasificación del tono de piel con base en una escala cromática que cataloga 11 tonalidades diferentes.
Los datos arrojados por el INEGI legitiman una realidad imposible de ocultar. Hoy se sabe que las personas con tonalidad de piel más clara, son quienes tienen porcentajes más altos en estudios de educación media superior y superior; en tanto que las de tono de piel es oscuro son las personas ocupadas en puestos menores, pero cuando los tonos de piel son más claros, los porcentajes de ocupación en actividades de media y alta calificación se incrementan.
Ante la pregunta sobre su percepción económica, el resultado fue: para las tonalidades de piel más oscura se percibe en menor proporción una mejora en su situación socioeconómica, en comparación con la tonalidad de piel más clara.
Es importante resaltar que se trata de un trabajo estadístico que apunta a fuertes correlaciones entre tonos de piel y oportunidades, demostrando una correlación significativa y con ello poniendo en entredicho los programas sociales y los marcos institucionales que en esta democracia ha generado para “garantizar el acceso a las oportunidades”.
Sin embargo, también es preciso que nosotros cuestionemos nuestras relaciones con el otro, la pigmentocracia no debe ser el marco para asociarnos. No es posible que perpetuemos estereotipos que estén sirviendo para evaluar positiva o negativamente a las personas o al grupo de personas. ¿En qué siglo estamos?
Mayra Rojas es docente en el Instituto Tecnológico de Estudios Superiores Monterrey (Campus Estado de México), en la Universidad Iberoamericana (Cd. de México). Doctora en Ciencias Sociales y Políticas (Universidad Iberoamericana).