China ha experimentado una gran cantidad de cambios económicos en los años recientes. Esto es producto, como en el caso de la mayoría de países asiáticos, de una política pública enfocada a la inversión en desarrollo e innovación. Dicha estrategia se complementa en la profundización de su capital relacionista con sus clientes, socios o aliados. La confianza así se gana. Además de los apoyos gubernamentales con excepción de impuestos o el regreso de un porcentaje del valor de la factura de la mercancía exportada y créditos blandos, el secreto chino radica en la rapidez con que se adaptan a la dinámica de los mercados internacionales.
Así lo constaté en la visita que realicé recientemente a una serie de complejos industriales que fabrican máquinas de impresión en la pequeña Ciudad de Suzhou, localizada a 40 minutos en tren rápido de la Ciudad de Shanghái, China. Me llamó especialmente la atención una. Comercializan sus equipos en todo el mundo. 450 fueron vendidas el año pasado; es decir, construyen más de un equipo por día.
Como se sabe, los bienes de capital: los que producen valor, han contribuido a que China haya pasado de una fase de vendedora de manufacturas básicas o intermedias o materias primas a una de sofisticación y desarrollo industrial. Esta es una de las razones que explican la asimetría y balanza comercial deficitaria que experimentan la mayor parte de países que tienen relaciones comerciales con China.
Ahora los Chinos a través de la mejora de los equipos y maquinaria adquiridos hace algunos años o mediante alianzas estratégicas con su competencia, los han mejorado mediante la inversión en tecnología y a través de la cooperación internacional con firmas globales. Gracias a esta práctica o estrategia, han logrado cambiar el paradigma de su desarrollo. Los efectos de esto no sólo adquieren una dimensión económica, hoy su peso es claro en el tablero geopolítico global.
En otras palabras, con este tipo de balanzas positivas que China tiene con una gran cantidad de naciones, el gobierno logra apuntalar los recursos a las áreas estratégicas. Quizá podamos pensar que esto es algo que lleva muchos años. No tanto. El dueño de la fábrica que menciono, hace no más de 25 años manejaba un automóvil viejo. Hoy, este hombre puede comprar una casa de 50 millones de yuanes. Entiendo ahora el fenómeno de los nuevos ricos en China. Algo debemos de aprenderle a este país. Quizá la lógica de seleccionar las industrias estratégicas, invertir en su desarrollo, apoyarlas con programas gubernamentales y vincular (en términos reales) a las Universidades y Centros de Investigación con esta política, sea algo por donde comenzar.
El caso de esta pequeña ciudad, que quizá en términos de infraestructura, modernidad y servicios esté por encima de muchas localidades mexicanas, es un ejemplo de que con dirección, buena administración de los recursos disponibles, planeación y voluntad se puede salir del atraso.
*Artículo publicado el día jueves 29 de junio de 2017 en el periódico El Heraldo de México.
Adolfo Laborde. Analista internacional http://adolfolaborde.com/