¿Recuerdan la época en que el mango era una fruta exclusiva del verano? Seguro que los adultos de mi “rodada” se acuerdan de que a principios de junio se empezaban a ver en mercados y tianguis los primeros ejemplares del año.
Para julio, en muchas esquinas de la ciudad había vendedores con carretas repletas de mangos, así como hoy los hay ofreciendo cerezas, uvas o litchi. Y era una fiesta salir a comprar mangos, aunque estuvieran caros. Cada vez nos llevábamos por lo menos un kilo para no quedarnos con el antojo porque, un gusto así, sólo podríamos dárnoslo nuevamente hasta el año siguiente.
La mayoría de los mangos que vendían entonces eran del tipo Manila. Después, la especie Ataúlfo –originaria de Chiapas– se introdujo con fuerza en el mercado hasta equiparar la oferta-demanda.
Cuando le cuento de esto a mi hija –quien nació en los albores de la globalización y de los tratados internacionales de comercio– me pela unos ojos de incredulidad que no vean. También le digo que, siendo yo niña, sólo conocí los mangos criollos o silvestres que se daban en Centroamérica. Mis abuelitos vivían en una finca llena de mangos. Los sábados nos recibían con una pila de mangos verdes con “alguashte”, una especia salvadoreña en polvo, elaborada a partir de la pepita de ayote.
Y cuando concluyo mi historia diciéndole que los mangos de entonces “sí sabían a mango”, me mira peor, con ojos de “¡qué exagerada eres!”. Sin embargo, justo porque en los 80 y principios de los 90 la fruta aún tenía un sabor exquisito y sólo se consumía en verano, es que todavía exclamábamos: ¡Está como mango!, al referirnos a alguien de belleza singular.
Pero ustedes no me dejarán mentir, pues aunque ahora haya mangos todo el año –gracias a las modernas técnicas agrícolas–, la verdad es que no saben igual a los de antes, en particular el Ataúlfo, que tiene un color muy bonito pero no es muy fragante y a veces, incluso, no sabe a nada. Hay que rebuscar los ejemplares con mejor aspecto para asegurar algo de sabor.
Tal vez por la memoria gastronómica de mi niñez, ahora me gustan mucho los enormes mangos Paraíso o Kent, que se producen en Sinaloa.
Traigo este recuerdo a colación por dos razones. La primera, simplemente porque ¡ya estamos en verano! y, la segunda, por una nota destacada sobre esta fruta, publicada a principios de este mes en El Financiero y otros medios.
Resulta que el mango que México exporta es uno de los más cotizados a nivel mundial, ya que el país se encuentra entre los principales productores, junto con China, Tailandia, Pakistán y Brasil.
De acuerdo con investigaciones de la National Mango Board (organismo que impulsa el consumo de esa fruta en la Unión Americana): “El consumo de mango en Estados Unidos se incrementó de una a 2.8 libras por persona en la última década, lo que ha permitido a los productores mexicanos alcanzar una exportación récord de 73 millones de cajas con valor de casi 500 millones de dólares, en 2016”.
La misma fuente indica que para este verano 2017, el consumo por persona “podría incrementarse hasta en un 30%”, por lo que se estima que “México envíe 30.3 millones de cajas de mango tropical a EU” desde Sinaloa, Chiapas, Michoacán y Oaxaca, los principales productores del país.
Otros países a donde enviamos nuestro cotizado mango son Francia, Inglaterra, Italia y Japón.
Además de requerido en el extranjero como una fruta exótica, nuestro mango es muy nutritivo. Es fuente de betacarotenos (que nuestro cuerpo utiliza para sintetizar vitamina A y protegen contra el cáncer de próstata y de colon). Además, es rico en vitamina C y K, potasio, magnesio y fibra.
Con todo y que ahora tengamos mangos casi todo el año, este mes comenzó la cosecha al norte del país, con las labores de corte y empaque de las variedades de Kent, Keith, Haden y Ataúlfo. No hay que desaprovechar la oportunidad de gozarlos. Recuerden que en otros países son muy valorados.
¿Qué tal un “Agua de mango Paraíso” o una “Nieve de mango Manila con chile piquín” para mitigar el calor? ¿O una “pechuga a la parrilla con chutney de mango” para la comida familiar del sábado?
Tengo un cumpleaños en puerta y ya decidí preparar mi “Pastel mousse de mango” para la celebración.
Si es que todavía alguien usa la expresión “¡Estás como mango!”, en honor a la verdad, en estos tiempos deberíamos decir: “¡Estás como cereza!”, pues por su precio, la fruta joya del verano está impagable.