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«POTENCIAL»: El rostro del hambre es de mujer

Cada seis meses trabajo en proyectos sociales en zonas rurales del Estado de México y la visita me muestra a plenitud las incongruencias de la política de combate a la pobreza. Una premisa muy sencilla: más para quien menos tiene, es algo que no se cumple aunque las comunidades estén a pie de carretera, y es el caso frecuente de la Cruzada contra el hambre. 

Hay mil 501 comedores en el Estado de México, pero con la información pública disponible, no es posible ver en dónde se encuentran. Mi experiencia en campo me dice que están en comunidades grandes y no en aquellas pequeñas y más aisladas, como son las indígenas.

Existen otros factores de marginación, como el que disponen de pocos maestros, pues sus primarias son multigrado, así que tienen una maestra que también es la directora o tres, como en el caso de la comunidad Las Moras, de Villa del Carbón, que se convierte en dos cuando se tiene que hacer uno de los frecuentes trámites de supervisión escolar.

Es triste también conocer los pocos recursos que se destinan al programa de Lengua Materna: en la comunidad de referencia hay dos mujeres que dan clases de otomí, pero las profesoras de la primaria no son bilingües y esta es una tendencia general en América Latina, según el estudio de Hall y Patrinos, que estudiaron la relación de la pobreza con la pertenencia étnica.

Otra constante en nuestros países es el hecho de que las mujeres indígenas tienen menor grado escolar, aunque recientemente las personas en comunidad reconocen que los programas como Solidaridad y Oportunidades, y en especial la acción afirmativa de que la ayuda por las niñas es mayor que la de los niños, ha disminuido el analfabetismo femenino en las nuevas generaciones y ha llevado a las niñas hasta la secundaria.

Pero las dificultades no acaban con el acceso a la educación. Los investigadores señalan que a pesar de tener mayor escolaridad, quienes provienen de comunidades pequeñas y de raíz indígena, no obtienen buenos ingresos ni puestos. En los informes aparece: por razones no explicadas, porque eso responde a la discriminación de nuestras sociedades y no se mide en números.

Las cifras de reducción de la pobreza documentan que en los países en los que se registran avances en su combate, los resultados no llegan a las comunidades indígenas. Asimismo, que las crisis económicas tienen una influencia marginal negativa sobre la población indígena, pero cuando llegan las comunidades tardan más en recuperarse.

Los estudios también señalan que la brecha de género es mayor en las poblaciones indígenas. En Las Moras conocí a quien sin duda está dentro de los estándares de la pobreza; su hijo se negaba a seguir en la primaria, su rostro estaba tostado por el sol, surcado por arrugas prematuras y la delgadez de su cuerpo marcaba el rigor de la vida; su mirada durísima. Una mujer en una población de herencia otomí, cuya hija de 13 años tenía una pequeña bebé. Ese es el rostro de la pobreza, más allá de los números.

Genoveva Flores. Periodista y catedrática del Tec de Monterrey. 

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