Vladimir Putin dice que él no tiene días malos como presidente de Rusia. Es una razón “natural”, según ha dicho. No tiene días malos porque no es mujer.
El mandatario respondió así en una entrevista para un documental dirigido por el cineasta Oliver Stone. “Yo no soy mujer, así que no tengo días malos. No pretendo insultar a nadie; es solo la naturaleza de las cosas. Hay ciertos ciclos naturales” se supo por medio de Bloomberg, que tuvo acceso al documental, previo a su exposición.
Putin, creyente confeso, defensor de los valores tradicionales y adversario del liberalismo occidental, “sin género y estéril” como él mismo lo llama, es conocido por su machismo, suscrito en frases como: “un auténtico hombre debe intentarlo siempre y una auténtica mujer debe resistirse siempre”. También se ha referido a las trabajadoras sexuales rusas como “mujeres de baja moral, aunque son las mejores del mundo”.
Nunca pude estar más de acuerdo con la afirmación de Putin que ahora. Ser mujer en Rusia implica tener no sólo algunos, sino muchos días malos. El parlamento ruso acaba de despenalizar este año la violencia doméstica por 368 votos afirmativos, uno en contra y una abstención. Esto es: votaron una ley de protección a los golpeadores. La violencia ejercida por el jefe de hogar ya no es delito, aunque provoque dolor físico y deje moretones o marcas.
Es vergonzoso que esa legislación pase en cualquier país, más aun en uno donde el 40% de los crímenes graves suceden en el ámbito familiar, según el Ministerio del Interior ruso.
El New York Times publicó el 25 de enero un texto útil para dimensionar el alcance de lo aprobado. “Si Putin sanciona esta ley, sólo lesiones como conmociones cerebrales, las fracturas óseas o la repetición de golpizas darían lugar a cargos criminales. Los legisladores admiten la violencia como una de las normas de la vida familiar”, afirmó Svetlana G. Aivazova, especialista rusa en estudios de género.
En este contexto es que Putin se atreve a definir el problema de la prostitución en Rusia como algo relacionado meramente con lo moral. Parece ignorar que el Departamento de Estado estadunidense preparó en 2016 un informe de 422 páginas en el que detalla el drama del tráfico de personas a escala global, ubicando a Rusia junto a Venezuela, Irán, Siria y Corea del Norte, países donde el problema es más grave.
Pero esta situación no es nueva. Ya en 2002, la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) mencionaba en un reporte que el tráfico y explotación sexual de mujeres, niñas y niños son tolerados con desparpajo por las autoridades de Rusia y de otros países, pese a que se expanden a escala mundial. “Se trata de un fenómeno peligroso y violento”, expuso Donna M. Hughes, autora del estudio de la OIM, y residente en Moscú.
Efectivamente, Putin no es mujer y jamás experimentará un periodo menstrual. Nosotras sí. Pero la sangre expulsada en esos días no nos causa vergüenza. En cambio, días malos son aquellos en los que las mujeres rusas sangran a causa de las golpizas (ahora legales) a manos de sus parejas. Días en los que mujeres y niñas son abusadas sexualmente, “porque los auténticos hombres deben intentarlo aunque ellas se resistan”.
Soy mujer y tengo periodos menstruales. Uno al mes. Desgraciadamente, la estupidez y machismo expuestos por Putin no se limitan a unos cuantos días al mes. Por lo visto, son permanentes.
Saraí Aguilar | @saraiarriozola Es coordinadora del Departamento de Artes y Humanidades del Centro de Investigación y Desarrollo de Educación Bilingüe en Monterrey, Nuevo León. Maestra en Artes con especialidad en Difusión Cultural y doctora en Educación.