Hace unas semanas, el periodista Jorge Ramos le preguntó a Andrés Manuel López Obrador, líder de Morena y seguro próximo candidato a la presidencia por ese partido, si era feminista, él contestó: “Soy respetuoso de las mujeres. Las mujeres merecen el cielo”. De inmediato, feministas respondieron indignadas a esa afirmación. Nuestra compañera periodista y columnista de MUJERES MÁS, Ivonne Melgar, fijó el tuit sobre ese tema diciendo: “Yo no puedo con esa respuesta”.
Al mismo tiempo que parte de las redes y la sociedad se indignaba, otra parte de la gente contestaba en su defensa y agregaba cosas como (cito redes): “ya no molesten, las mujeres son lo mejor, todas son hermosas”, “las que son madres merecen el cielo”, “son valientes”.
Es interesante la “obviedad” para cada grupo de una u otra reacción. Y es que ¿por qué si López Obrador y otros hombres dicen “cosas bonitas” de las mujeres, hay mujeres (y hombres) que se indignan?
Me parece importante tomarnos un momento para entrar en esas “obviedades”, porque no se trata solo de una “pluralidad de opiniones o preferencias” (como si a algunas les gusta y a otras no); se trata de una postura política que tiene importantes efectos en la manera que nos pensamos como mujeres, como personas, en nuestras relaciones, derechos, en nuestra vida cotidiana.
La concepción sobre las mujeres como seres inmaculados, hermosos, llenos de bondad, belleza, ternura, delicadeza, virginidad –si es el caso–, o “santificadas” por la maternidad, pertenece a una cultura patriarcal y machista que le otorga un estatus “divino” a la mujer para, en contrapartida, no concederle poder, derechos, propiedades (así fue en la historia del patriarcado), fuerza, autoridad.
Así es “mi reina”, si no puedes cargar el botellón de la oficina, es probable que tampoco puedas ser la jefa, ¿no? O si no puedes trabajar, porque estás cuidando dos hijos pequeños, ejerciendo la “bendición” de la maternidad, es probable que tampoco tengas voz para tomar decisiones importantes en tu casa. O si no te dejan ir a la escuela, porque tienes que ayudar a las labores domésticas, que son santificadas porque alimentas y cuidas con tu delicadeza de mujer a tus hermanos, pues tampoco tendrás oportunidades de desarrollo.
La división radical del estereotipo femenino así construido, frente al masculino lleno de fuerza, valentía, poder y seguridad, viene junto con la división y privación de derechos para las mujeres. Esto parecerá exagerado para mujeres que sienten que ya tienen muchos privilegios como el de trabajar, votar, elegir sobre su sexualidad, la posibilidad de ser votadas. Pero es necesario seguir poniendo énfasis en los machismos grandes y micro machismos de todos los días en tantos niveles de nuestra sociedad.
Por eso es que las mujeres no necesitamos seguir siendo “santificadas” y “subidas al cielo”. Las enormes desigualdades que persisten en lo económico, lo político y social urgen a visibilizar, denunciar y luchar contra esas desigualdades, en la política de afuera y en la política de lo cotidiano. Eso es lo que se llama feminismo, y esa es la postura que quienes luchamos por las desigualdades en todos sentidos esperaríamos de un político de izquierda.
Por eso es inadmisible que ante la concreta pregunta a López Obrador sobre el feminismo, conteste claramente que la justicia del feminismo le tiene sin cuidado. Qué importan los derechos de las mujeres, “denles el cielo”.
AMLO tuvo la oportunidad de pronunciarse feminista. ¿Acaso es tan difícil asumir una postura de justicia? No sé si le gana la ignorancia o su misoginia, y cualquiera de las dos es grave. No se lo están preguntando a cualquier señor patriarcal de la calle, ni a un político o política de derecha –insisto– se lo preguntan a quien se presenta como líder de la izquierda, queda demostrado, una vez más, que éste no es un político de izquierda ni interesado en la equidad.
Adriana Segovia. Socióloga por la UNAM y terapeuta familiar por el ILEF.