Hay que odiarse para escribir; odiar algo.
Estas palabras son rasgadas de mi cerebro al releer en la memoria un poema de Eduardo Lizalde, el “Tigre”, quien la semana pasada recibió el Premio Internacional Carlos Fuentes a la Creación Literaria en el idioma español.
La provocación literaria de Lizalde es esa forma de desahogar el odio a través de la poesía. Y es cierto: ni siquiera su voz grave y espasmosa le sirve de rugido ante sus bellos pensamientos de odio poético:
Dicen que Dios se odiaba en acto,
que se odiaba con la fuerza
de los infinitos leones azules que habitan el cosmos;
que se odiaba para existir
En el sueño de vivir: hay que acecharse, pero no en territorio alguno sino alrededor de nuestros momentos; oler ese miedo a no pertenecernos; dejar de invitación un charco de sangre en el papel: hacer sangrar los ojos.
Frente a la violenta realidad: hay que enlutarse en el clamor social de: “¡Justicia / Ni una más / No más periodistas asesinados / Ni perdón ni Olvido / Porque Vivos se los llevaron y Vivos los queremos!”.
El “Tigre”, quien el siglo pasado fue miembro del Partido Comunista Mexicano al lado otros escritores de irrefutable espíritu rebelde como José Revueltas y Enrique González Rojo, seguramente no se imaginó que este 2017 posaría junto con la máxima figura representativa del régimen político para recibir de sus manos el premio. Pero qué más da si:
Nacen del odio mundos,
óleos perfectísimos, revoluciones,
tabacos excelentes
¿Envejecimiento, trascendencia o simplemente evolución es lo que rodea a Lizalde, un bardo consumado y “el poeta vivo más importante de México”, como lo describió Enrique Peña Nieto cuando le entregó la distinción?
(es una pregunta del odio) que, al final, poco importa si:
Grande y dorado, amigos, es el odio.
Todo lo grande y lo dorado viene del odio.
El tiempo es odio
¿El llanto, la risa o la creación? Ante la inconformidad, amores-desamores, su etapa de activista, su senda literaria que dejó tan importantes poemarios como “El tigre en la casa” y todo lo que haya vivido Lizalde a lo largo de su vida, eligió el mejor de los caminos para plasmar el odio: la poesía.
Cuando alguien sueña que nos odia, apenas,
dentro del sueño de alguien que nos ama,
ya vivimos el odio perfecto.
El odio es la sola prueba indudable
de la existencia
Hay que degustar la sangre de ese charco dejado por Lizalde en las letras mexicanas; entrar a su mundo de la palabra bestial, la de los temas eternos de la literatura: amor, traición, envidia, ODIO… y que placenteramente sangren un rato nuestros ojos.
Ian Soriano. El estudio de la Comunicación y el periodismo (UNAM, FES Aragón) le revela su vocación literaria a la edad de 18 años. Es autor de los poemarios “Igual que los muros de naipes de un castillo sinfónico” y “Explotó todo el aroma de la sangre”. La fotografía y el video le representan otra forma de expresión poética. Convencido de que estar informado es algo valioso.