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«MIRADA GLOBAL»: ¡Que no muera el diálogo!

Cada vez es más común ver en las mesas de los restaurantes a los comensales revisando el celular, escribiendo o, ya en el colmo, con audífonos puestos. Pasan hasta 10 minutos sin dirigirse la palabra. No falta la abuelita que también ya le entró al Whattsapp. Son los nuevos tiempos de la hiperconexión en cualquier lugar de la Tierra. Pero también de los prolongados silencios.

Cierto día me encontré con una amiga a la que no veía hace años. Le pregunté si seguía en contacto con otras amigas en común y muy triste me dijo: “Desgraciadamente no, me desquicia que ya nadie quiere siquiera hablar por teléfono; todo ha de ser mensajes y emoticones”. Pensé qué tal vez exageraba hasta que me ha tocado vivirlo cada vez más frecuentemente en reuniones donde la gente está ajena a la conversación y revisan el celular cada segundo. Debo reconocer que me han llamado la atención por estar igual. Porque ¡ah cómo somos buenos para copiar las modas!

Y es que la conversación, el diálogo nunca van a sustituir, por fortuna, al emoji más perfecto para expresar emociones. No hay como la plática cara a cara, donde los ojos, los gestos, las manos enfatizan cada cosa que decimos. ¿Cuántas amistades y amores se habrán roto por la falta de un acento, una mala sintaxis o simplemente un mensaje equivocado? ¿Cuánta ansiedad se genera porque no hay respuesta rápida? ¿Cuántas cosas se piensan cuándo nos damos cuenta que con las dos rayitas azules alguien leyó el mensaje pero no hubo respuesta? Me ha pasado que alguien me escribió algo y entre que voy manejando y haciendo otras cosas, me acuerdo horas después y doy respuesta. La tecnología acerca a los geográficamente distantes y aleja cada vez más a los que están cerca. Multitudes silenciosas.

Me acordé de la biografía de Plinio Apuleyo Mendoza sobre Gabriel García Márquez –Gabo, cartas y recuerdos–. Ahí narra que el premio Nobel de Literatura siempre que podía se pasaba horas y horas hablando por teléfono con los amigos de toda la vida. El colombiano disfrutaba muchísimo de la conversación, tanto que no sentía el pasar del tiempo. Lo mismo con sus amigos de Colombia o de París. Contaba anécdotas, relataba alguno de sus escritos, pedía consejos, en fin. Se carteaba con algunos pero siempre prefería la viva voz por lo menos a través del cable telefónico.

Cada vez surgen más estudios que revelan que el uso excesivo del celular genera problemas de ansiedad, depresión e insomnio y agregaría que distorsiones del mensaje. Pero ya ni siquiera se opta por hablar a través de él. Ahora el “texteo” famoso está sustituyendo a la llamada. Y lo que es peor, con palabras inventadas como “K” para “qué”; No “C” y otras linduras que no son más que flojera hasta para escribir completo.

La tecnología ha traído muchas más ventajas que desventajas. Pero por favor, ¡que no muera el diálogo! Cuántas cosas podrían entenderse y resolverse mejor con el intercambio verbal de preferencia persona a persona y en el menos peor de los casos, al menos con una llamada. Me he dado cuenta de que muchos jóvenes, independientemente de su preparación, tienen problemas al pronunciar algunas palabras. Cómo se nota que se la pasan pegados al móvil y escribiendo incansablemente. ¿Será que el acto de hablar también se irá atrofiando?

 

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