Me invitó a comer el chavo más guapo de tercero de prepa. Mi mamá estaba muy emocionada y me dijo que eso es todo un suceso que hay que presumir, porque apenas voy en tercero de secundaria. No siempre uno de 18 años se fija en una de 14. Mi ma’ me dijo que tenía que confirmarle pronto, para que no se arrepintiera e invitara a otra niña. También teníamos que ver cuándo íbamos de compras para tener algo nuevo que ponerme ese día, pues debía ir pre-cio-sa.
Todas mis amigas me envidiaban y no dejaban de hablar del tema. ¿Cómo era posible que quería salir conmigo si soy una bebé comparada con sus amigas y apenas si cruzábamos palabra?
Los nervios se acumulaban con tanto chisme en la escuela y tenía que aparentar que no pasaba nada. Sentía cómo todos murmuraban a mis espaldas y muchos de los de su generación lo hacían con una risita que daba angustia.
El día llegó y nos fuimos con su chofer a un restaurante de sushi. Platicamos muy bien. Como terminamos temprano, me dijo que aún teníamos tiempo para ir a la función de las 4:30 PM en el cine. Llamé a mi mamá para pedirle permiso y ella, encantada, me dijo que ¡Claro que podía! No había problema alguno. Después, me podía mandar a nuestro chofer para recogerme a la salida o podía pedir un Uber.
Era mi primera cita. Me sentía tonta frente a él, pues hablaba de cosas que yo no sabía. Me imaginaba que me veía como bebé que no entendía nada de la vida. No estaba a gusto, y cuando pensaba en la remota idea de salir corriendo, sólo recordaba las palabras de mi madre diciéndome que era lo mejor que me podía pasar, ahora sería conocida en la escuela. La ansiedad estaba en toda mi piel.
Entramos al cine, en la versión VIP donde los sillones son muy cómodos y se echan para atrás para poder subir los pies. Él se pidió un tequila y me compró un refresco y palomitas. Pronto se acomodó a mi lado y me abrazó. Empecé a temblar.
Cuando inició la película me susurró al oído: “Tengo algo que decirte… si quieres ser popular en la escuela, ahora tienes que hacerme un “blowjob” (sexo oral). Te advierto que si no lo haces, en la noche enviaré un mensaje a todos y diré que tuvimos sexo en el cine y que eres una puta cualquiera”.
No entendía nada. Mis venas se llenaron de miedo. No sabía qué era eso ni cómo hacerlo. Se desabrochó el pantalón, se hizo cargo de dirigir mi boca a su placer. Su amenaza escalofriante hacía que mis lágrimas nacieran sin parpadear mientras él gozaba lo que le hacía. Cuando llegó a su asqueroso término, permitió que me sentara junto a él y puso las palomitas en mis manos para terminar de ver la película, cosa que obviamente no hice, pues mi llanto silencioso hacía que me sintiera una piedra. Mi cabeza daba vueltas para saber si alguien, de todos los que estaban ahí, podía ayudarme. Pero no se habían dado cuenta o aparentaban no haber visto lo que sucedió.
Al salir de la película, caminaba distante dos pasos frente a mí y al llegar a la entrada del cine, se despidió con un beso en el cachete agradeciéndome haber pasado un rato tan bueno y rico. Me dijo que no debía preocuparme en la escuela pues por respeto a mí, callaría ante todos.
Mis manos temblaban cuando pedí el Uber para regresar a casa. ¿Sería cierto que no hablaría?
Por primera vez en mi vida mi cuerpo se congelaba de pies a cabeza, pidiendo esconderse para siempre.
Mi mamá esperaba feliz mi llegada. Me recibió casi bailando en el entrada de la casa para preguntarme si me la había pasado bien, y en su monólogo cotidiano mencionaba que le había presumido a sus amigas del desayuno, que todas estaban sorprendidas y muy contentas de que empezara a salir con un chavo no sólo guapo, sino de una familia tan importante y rica. No dije nada. Me encerré en mi cuarto.
Al día siguiente, mis piernas temblaban al entrar a la escuela. Sentía que todos me miraban como si fuera un bicho raro en el microscopio. Aparenté todo el tiempo ser normal y que no pasaba nada dentro de mí.
Solo pude hablar con una maestra a la que amo y le tengo confianza. Cuando le conté lo sucedido, ella no pudo más que darme ese abrazo que tanto necesitaba y llorar conmigo. Ella pensaba en cómo era posible que mi madre pudiera vivir un mundo tan diferente al mío y que me abandonara de esa manera; entendía que vivió otros tiempos y que las cosas no son iguales a hoy. Pero se preguntaba por qué no había posibilidad de comunicarse entre padres e hijos; y se enojaba al saber que cualquiera podía amenazar a una niña como yo, con una infamia en las redes para lograr humillarme, lastimarme y destruir mi sueño de algún día sentir, desear y amar como se debe…
Solo sé que ella fue quien me dio en ese momento el poco alivio que pedía a gritos silenciosos después de algo que marcó mi vida y que no olvido.