¿Cuáles son las preocupaciones y dilemas que viven hoy las familias en este país?, esa fue la pregunta que el Instituto Latinoamericano de Estudios de la Familia, A. C. (ILEF) lanzó para iniciar un conversatorio, el 17 de mayo, con el tema: Desafíos cotidianos de las familias en el siglo XXI, con motivo del Día Internacional de las Familias, en el que tuve el honor de participar junto con Clara Jusidman, Nashieli Ramírez, Ana Gamble y Mariana Castilla y, como el formato lo indica, pudimos conversar entre nosotras y con el público sobre el tema propuesto.
Quisiera compartir en este espacio algunas de las ideas que expuse sobre la mesa de diálogo.
Pienso, con base en la experiencia clínica en el ILEF, que las preocupaciones fundamentales de las familias hoy están atravesadas por la violencia en todos sus grados y formas: acoso escolar, laboral, callejero, cibernético, violencia en la familia y desde luego la violencia social como base de todas las anteriores. De modo más particular, diría que un tema predominante es el de los padres y madres desesperado/as con hijos adolescentes en riesgo.
En el tema de la violencia y en el continuo que va de la familia a lo social, sabemos que las claves están en la desigualdad de género, la dominancia de la cultura patriarcal, así como la brutalidad del uso y abuso del poder.
En cuanto a los adolescentes en riesgo, que al final son adolescentes tan desesperados como sus padres, algunas claves están en las prácticas de crianza que van de los extremos de rigidez y control al descuido y negligencia.
Los padres suelen decir mucho que tienen “problemas de comunicación”, pero básicamente lo que les falta mucho es escuchar, déficit de todos, pero principalmente de los padres, que en su desesperación se confunden entre poner límites y ejercer violencia, entre el respeto que exigen pero no practican. Echan grandes rollos pero, al final, escuchan poco.
Mi postura, finalmente, en términos de lo que nos toca hacer a los terapeutas ante la crisis social que pesa sobre las familias, teniendo como base la convicción principal de esta columna, es que los problemas individuales y familiares son sociales, que lo personal es político (idea que lanzó Carol Hanisch en 1969, convirtiéndose en lema feminista) y que lo que trabajemos a nivel individual y familiar proviene y repercute en lo social.
Cada conversación terapéutica es política (idea también de Michael White, 1948-2008) y por estas razones tenemos obligaciones no solo académicas y éticas, sino también ciudadanas, que debemos ejercer como terapeutas ciudadanos.
Es decir, no solo trabajamos la deconstrucción de los factores psico-culturales que sostienen estos problemas (según cada corriente y postura personal, ésta es la mía), sino que nos posicionamos como ciudadanos en esas conversaciones porque elegimos pararnos en un determinado lugar ético y político frente a los problemas sociales (quienes piensan que no lo hacen, también lo hacen, y por eso es mejor tener conciencia de ello) que co-construimos con nuestros consultantes y que, en última instancia, apunten a la construcción de una democracia social y política, que también se refleje en la vida familiar.
Esa es mi elección y la de muchos colegas con los que trabajo. Por lo que propongo una serie –no agotada– de conceptos y principios que deben pasar en algún momento a ser tema de nuestras conversaciones clínicas: poder, género, cultura patriarcal, conciencia, equidad, información, responsabilidad, resistencia, agencia, empoderamiento, considerarse y construirse como sujetos de derechos, autonomía, justicia, ética, consideración y respeto del otro, aceptación de la diversidad y democracia.
Adriana Segovia. Socióloga por la UNAM y terapeuta familiar por el ILEF.