En las últimas semanas, en cualquier reunión familiar, escolar, vecinal o de amigos, uno de los temas de conversación más frecuente es de la inseguridad en la Ciudad de México.
Son muy pocos quienes no son parte de la estadística. La mayoría sí. Siempre hay alguna experiencia personal o muy cercana de un asalto, robo de celular, cristalazo, al salir del cajero, en el Metro, en el microbús, en el semáforo o en el restaurante donde fueron sorprendidos por los delincuentes.
Indigna ver el video que apenas se viralizó en las redes sociales, en el que un individuo que conducía un taxi se detiene en una calle angosta, se baja para atajarle el paso a una estudiante; ella corre en sentido contrario, pero él la alcanza, la somete y con violencia la despoja de sus pertenencias, para luego huir en su taxi, a plena luz del día, en la delegación Tlalpan.
También da coraje ver cómo operan las mafias en el Metrobús y en el Metro. Siempre van tres o cuatro con mochilas, entre ellos una mujer que se deja abrazar por un hombre y que sirve como un escudo al momento de entrar o subir al vagón; todos se empujan y el que abraza a la mujer bolsea a la víctima. En la refriega, nadie lo ve y la primera sospechosa es la mujer, pero ella lleva las manos ocupadas. Ella no fue, ella solo es cómplice. Mientras el ratero ya tiene en sus manos el botín.
Este tipo de imágenes son comunes en las redes sociales, subidas por la incompetencia de las autoridades y la impotencia de la gente. El coraje, la rabia, la desesperación de ver a los delincuentes que roban, golpean e incluso matan a sus víctimas.
Según la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana levantada por el INEGI, alrededor del 90% de los capitalinos se sienten inseguros al subir a un transporte público, caminar por la calle, ir al cajero automático, miedo a ser asaltados en su automóvil o que roben sus casas cuando salen de vacaciones. Las cifras varían dependiendo de la delegación.
El mes pasado, el procurador capitalino, Rodolfo Ríos, muy “orondo”, dijo ante el pleno de la Asamblea Legislativa que los delitos de alto impacto habían disminuido en un 7.7%; que el secuestro en la CDMX disminuyó 21.6%, el robo a pasajeros con violencia 21.4%, robo a casa habitación 13% y un 28. 3% bajó el robo con violencia a negocios.
¿Usted les cree? La realidad cotidiana pone en duda los números triunfalistas de las autoridades del gobierno capitalino. Además de que únicamente el 6% de los delitos se denuncian.
Habrá que preguntarles cuál es la metodología de su contabilidad porque la percepción de la población y de los empresarios es otra.
Recientemente la Cámara de Comercio, Servicios y Turismo en Pequeño de la Ciudad de México denunció que de 300 mil comercios en la capital, por lo menos 210 mil ya han sido afectados por la inseguridad.
En el primer bimestre de 2017, delitos como el robo de pasajeros del Metro se incrementó un 132%; robos de celular a transeúnte, 120%; asalto en restaurante, mil por ciento; robo de autopartes, 127%, y robo a conductor de vehículo un 54%.
El jefe de gobierno Miguel Ángel Mancera ya reconoció que sí, que algunos delitos han aumentado, pero que no es un problema exclusivo de la Ciudad y que además es consecuencia de las nuevas reglas del sistema penal acusatorio, que ha permitido la liberación de 12 mil reos.
Según esto, salen y vuelven a delinquir. Argumentan que la reincidencia en la ciudad es de 40% en hombres y 30% en mujeres.
Ya dijo Mancera que “no se raja”, que sí quiere contender por la Presidencia de la República. Ojalá que tampoco se raje ante los problemas que envuelven a la capital del país. Sobre todo el de la avasallante inseguridad.
En el dicho, hemos escuchado una y otra vez que se avanza en el combate a la inseguridad y que en la CDMX no opera ningún cártel, ni es centro de operación de la delincuencia organizada.
Pero en los hechos, todo parece indicar lo contrario.
Está bien que Mancera tenga aspiraciones presidenciales, pero que atienda el clamor de los capitalinos. Primero lo primero ¿o no?