Esta semana es clave para el futuro del Tratado de Libre Comercio de Norteamérica (TLCAN). El presidente Donald Trump dio aviso a su Congreso para que formalmente se iniciara el proceso de renegociación, modernización o como quiera llamársele del TLCAN.
Si bien es cierto, hay acusaciones por parte del mandatario estadunidense de que el Tratado es desigual e injusto para Estados Unidos, pero todavía no sabemos qué es lo que se pondrá en la mesa de negociación. Se ha ventilado que uno de los temas que estará presente es el referente a la manipulación de las monedas (tipo de cambio). Sorprende esto, dado que a quien se había acusado de esta práctica es a China y no a México o Canadá.
En lo referente a lo que posiblemente se discutirá en el proceso de negociación, desde mi perspectiva, es factible que se ponga más atención al tema de las reglas de origen o composición regional, mismas que están íntimamente conectadas con el Sistema de Armonización (SA) de la Organización Mundial de las Aduanas (OMA). Existen más de 5 mil grupos de bienes que de acuerdo a este sistema, pueden, en caso de que se cumpla con la regla de origen, tener acceso al mercado de Norteamérica sin la necesidad de pagar aranceles (impuestos).
Para calcular las reglas de origen o composición regional, regularmente se usan dos metodologías: 1) Valor de transacción y 2) Valor de Costo Neto. En la primera, a través de una fórmula que incluye los componentes del proceso de producción, se calcula el nivel en porcentaje de la composición regional de una mercancía y en caso de tener más del 60%, puede tener acceso libre de impuestos al TLCAN. En el caso de la segunda, el valor es de 50%. Con ello, se pretende impulsar el comercio de los bienes originarios de la región.
La crítica de las denominadas reglas de origen radica en que algunas empresas fuera de la lógica del TLCAN se establecen en México o Canadá, con el fin de agregar cierto porcentaje de composición regional y así obtener trato arancelario preferencial; es decir, no pagar impuestos. Lo que para la óptica de algunos empresarios de los tres países, los pone en desventaja en términos de competitividad (precio logística, procesos productivos a menor costo). De esta manera, se explica el creciente interés de una gran cantidad de empresas globales en establecerse en México. A ello se le conoce en el Comercio Internacional como el salto arancelario utilizando las reglas de origen (no pagar impuestos).
El tema es complicado y pone contra la pared al gobierno mexicano. Un pilar importante en la política económica y comercial es precisamente la atracción de Inversión Extranjera Directa (IED). Regularmente los inversionistas deciden traer sus empresas por las facilidades (infraestructura, incentivos fiscales y capital humano) que se le dan para instalarse (aterrizaje), pero además por la cercanía con Estados Unidos.
El TLCAN es un tema complicado, más aún cuando México le apostó a este esquema de libre comercio. Renegociarlo con otro espíritu, con barreras no arancelarias o a través de un esquema de cuotas comerciales, le quitaría su esencia y con ello su atractivo.
Pase lo que pase en la negociación, es tiempo de buscar opciones reales de diversificación comercial. El TLCAN deberá de dejar de ser la solución de todos los males de México, por lo menos en materia de Comercio Exterior.
Adolfo Laborde. Analista internacional http://adolfolaborde.com/