Un 15 de mayo de hace algunos años me despertó el timbre del teléfono, una vecina con voz de angustia me pedía prender el televisor. En ese momento se daba la noticia de que unos hombres habían sido asesinados, uno de ellos era mi esposo. Esa mañana mi vida y la de mi hija cobrarían un nuevo rumbo.
Cuando encuentras a tu pareja y estás convencida de querer pasar el resto de tu vida, haces planes, sueñas, tienes hijos, pero en este país el futuro es incierto (de por sí es incierta la vida).
La mañana en que mi esposo murió había que darle un giro a la vida, en medio de la nada reconstruir lo necesario para hacer crecer a una niña que preguntaba dónde estaba su padre, y quien a partir de esos días me haría llevarla constantemente al médico por sus problemas de salud. En una de las consultas recuerdo que el médico me dijo: “La niña extraña a su papá y lo quiere expresar de alguna manera, estar enferma constantemente es la manera que ella ha encontrado”.
Reconstruir la vida en medio de la tragedia es muy complicado, vivir el dolor es una experiencia personal; nadie puede ayudarte con tan terrible peso. Llorar en la intimidad por ti, por tus miedos, por la incertidumbre y por la gran responsabilidad, que no es cosa menor. El dolor no es solo un tema de duelo personal, es también la necesidad de apoyos institucionales que deberían de ser sensibles a las familias fracturadas. Pero no es así.
Mi condición de viuda me llevó a la lectura de “Huérfanos del Narco”, libro escrito por Javier Valdez Cárdenas, quien narra una serie de testimonios de hijos de policías, periodistas, empresarios, que han perdido a su padre o madre. Historias de familias que no estaban involucradas con el narcotráfico y que habían llevado a niños y adolescentes a una condición de huérfanos a causa del crimen organizado.
Miles de familias se han desmembrado, por lo que el libro señala la existencia de una generación marcada por un dolor. El autor, a través de su obra hace un llamado a sensibilizarnos ante el fenómeno de los huérfanos. En algunas entrevistas que le hicieron a Javier a raíz de la presentación de su libro, platea que estábamos ante un problema grave y hacía los siguientes cuestionamientos: ¿Dónde están estos niños? ¿Quién los ama? ¿Quién nos asegura que esos niños irán a la escuela? ¿Recibirán terapia o vivirán enojados, resentidos con una país que les ha arrebatado la posibilidad de una familia? ¿Consumirán drogas?
A través de la lectura descubría un ser humano cuya sensibilidad lo llevó a señalar una problemática que había sido invisible. Encontraba en el autor un interlocutor con la capacidad de generar un diálogo sobre esa intimidad dolorosa, sensible a la tragedia, consciente de que lo que va dejando esa tormenta de balas no son solo números, son hogares que lloran alguna ausencia. Son familias quebradas, pero que no estamos planteándonos la venganza, que aspiramos a seguir viviendo.
15 de mayo del 2017, el escritor y periodista Javier Valdez Cárdenas fue asesinado el mismo día que también lo fue mi esposo, con años de diferencia. Seguimos en esta espiral de crimen. ¿Cuántas familias más tendrán que pasar por el dolor de perder un ser querido? ¿Cuántos periodistas más perderán la vida de manera tan vil? ¿Cuántos huérfanos más? #NiUnoMas
Mayra Rojas es docente en el Instituto Tecnológico de Estudios Superiores Monterrey (Campus Estado de México), en la Universidad Iberoamericana (Cd. de México). Doctora en Ciencias Sociales y Políticas (Universidad Iberoamericana).