«COLUMNA INVITADA»: Carta a mis hijos - Mujer es Más -

«COLUMNA INVITADA»: Carta a mis hijos

No hay nada como el 10 de mayo para saturar nuestros oídos de frases que hablan sobre la maternidad, sobre lo bueno y lo malo, sobre el sacrificio y las bendiciones, sobre el sufrimiento y la motivación.

Dependiendo el tipo de chat, llegan a mi teléfono imágenes, canciones, frases o bromas, desde el ramo de rosas con alguna oración melosa, hasta el stripper deseándonos feliz día de las madres.

Nada pragmática como soy, cada año suelo sumarme a las tendencias virales y expresar de alguna manera mis emociones, compartiendo las cosas que más me gustan, o al menos me parecen menos cursis.

Ya para las 8 de la noche no podía con una frase más, una jornada completa escuchando y leyendo frases referentes a las mejores mamás del mundo, al agradecimiento infinito, al ensalzamiento de virtudes. Fue demasiado y eso no está mal, lo importante es que realmente nos deje algo y que todos los que presumimos ser hijos de la mejor madre del mundo, de verdad lo creamos, y los que decimos que queremos seguir su ejemplo, lo hagamos con responsabilidad y prudencia.

Mucho pensé en lo que les decimos a las madres, y poco se habla de lo que les decimos a los hijos. No falta la que delega su mérito a sus hijos haciéndolos los héroes de la historia y responsabilizándolos de nuestra gran lucha.

Yo quisiera hacer una especie de ejercicio en el que realmente me dirija a mis hijos sin falsas posturas, sin frases aprendidas ni comportamientos y clichés prefabricados, en la que no me ponga yo como mártir ni como heroína, sino solo como una simple mujer, una de tantos millones que hemos vivido en este planeta ejerciendo la maternidad; no como un sacrificio digno de un himno, sino como una actividad tan cotidiana y común como la historia de la humanidad.

Natalia, Nicolás y Alejandra (en orden de aparición):

Quiero decirles las cosas como las siento y como las vivo. No sé si sea cierto eso de que los niños escogen a sus padres, se habla mucho de eso ahora, yo los veo a ustedes y no me puedo imaginar que hubiera podido ser de otra manera; me son tan naturales como la vida… Si ustedes me escogieron o yo a ustedes, o simplemente las cosas son mucho más sencillas que eso y así nos tocó, no me acuerdo si realmente quería ser mamá algún día, ni siquiera sé si quería casarme. No son cosas que te pudieras cuestionar en los tiempos que me tocaron vivir.

Lo que si sé es que nadie me obligó a tenerlos. Afortunadamente no pertenezco al porcentaje de madres que fueron abusadas u obligadas a embarazarse. Tampoco me embaracé por conveniencia ni para retener a su papá. En realidad y lo acepto con pena: tampoco estaba tan enamorada como para pensar que fuéramos a estar juntos toda la vida.

Ha sido mucho más el tiempo que he sido cabeza de una familia uniparental que la que viví en pareja. Las razones por las que me divorcié nos conciernen solo a su papá y a mí. No tengo duda de que los dos fuimos culpables, y tal vez ni siquiera eso. La verdad es muy difícil saber cuándo algo puede resultar o no; cada que preparo un pastel dudo que salga bien del horno, ¿imagínense lo que pasa con un matrimonio?

Lo del “Dolor y Cansancio” que dice Denisse, perdón pero sí es una jalada… siempre el embarazo es pesado, aun en las mejores circunstancias, es cansado, y a excepción de las mujeres que sufren alguna enfermedad grave no es nada que no se pueda soportar.

Si al final no entraba ni en la ropa de embarazada y parecía globo de Cantoya, no fue por culpa de ustedes, sino porque me dediqué a comer elotes con chile todo el embarazo. Lo del dolor de parto y las noches en vela, tampoco se lo tomen personal. Ni modo que no comieran, eran unos seres diminutos e indefensos, completamente dependientes de mí para todo.

Y les digo una cosa: la noche es mucho más bonita que el día, y de igual manera que con el embarazo todas las mamás sabíamos a lo que íbamos. Muchas veces la pasé mal viéndolos enfermos y no fue culpa de ustedes, ni mucho menos un sacrificio, por el contrario, es parte de todo. La vida está llena de preocupaciones y responsabilidades. Nadie puede dormir tranquilo sabiendo que lo que más quieres en la vida y quien depende de ti para todo se siente mal. Así es que cuidarlos, llevarlos al doctor y hasta aprender a inyectar fue una gran área de oportunidad y una experiencia que me ayudó a crecer y ser mejor. Si no hubiera sido por esos momentos en que tuve la responsabilidad de su salud, no me imagino la clase de inútil que aún seguiría siendo.

No me deben nada, yo los tuve porque quise, y me encanta ser mamá; si era lo que soñaba o no, así se dieron las cosas y estamos juntos en esto. Tampoco creo que sean como los soñé.

La realidad superó las expectativas y la vida me sorprendió con tres individuos que no me hubiese imaginado ni en mi mejor fantasía. Por cada momento de angustia me han dado 500 de alegría, así es que vivan felices, y vívanme tranquilos porque esto fue lo que yo elegí.

Y sí, muchas veces me he equivocado y lo sigo haciendo. Es más, ya ni me pesa tanto ni me sorprende, pero así es la vida y sobre la marcha vamos aprendiendo. No pretendo ser una madre ejemplar (¡Dios me libre!), qué carga tan pesada, ni la mejor del mundo, ni siquiera una promedio. Soy la madre que puedo ser, porque antes de ustedes ya existía una historia y un destino. Porque no nací el día que los concebí, y antes de escuchar su primer llanto en el quirófano, ya era yo una cajita de monerías, con una larga historia, una personalidad y una bola de defectos.

La vida se trata de irnos sucediendo, mis padres a mí y yo a ustedes, ustedes a sus hijos y así consecutivamente, pero en ese proceso hay miles de… ¿Cómo decirlo? “Particularidades”.   

Ni mi única tarea, ni mi único interés es ser su madre, como espero que a ustedes les pase cuando les llegue el momento y si así lo deciden de formar una familia. Al final del día, más allá de la madre, la jefa de casa, la trabajadora o amiga, la hija o la activista… se va a la cama una persona tan común y corriente como la primera que pobló este planeta y que lo único que quiere es dormirse y no pensar en nada.

De todas las cosas que he sido y que he hecho, probablemente ser madre ha sido la más trascendental, al menos para mí, pero todavía no estoy ni poquito cansada. Mientras ustedes crecen y van conociendo el mundo, yo seguiré viviendo mi propia vida y seguiré siendo yo, con todas mis facetas y áreas de oportunidad; con mis gustos y preferencias. Espero que en el transcurso nadie salga demasiado raspado y que si de adultos no les salen muy bien las cosas, no me vayan a echar toda la culpa a mí.

Mi experiencia, poca o mucha en la vida, me ha enseñado que todo es relativo, que nada termina como empieza ni es como lo esperábamos, porque además ni siquiera es probable que queramos que sea como decíamos que lo habíamos soñado.

Así es que hijos míos (por cierto, nunca les digo así): motores, bendiciones, motivos de mis canas, alegrías de mis mañanas, razones de mi vida, vivan tranquilos, hago pública esta carta para después no estar aquejándolos con mis chantajes ni mis nostalgias otoñales. Vivan como se sientan felices y vívanme como soy porque es lo que hay.

No tengan remordimientos de crecer ni de querer cosas diferentes a las que yo les enseñé. Soy completamente perfectible y nada garantiza que era lo correcto. Si deciden ser madres y padre de la manera como mejor les convenga y acomode, háganlo con la misma comodidad y convencimiento que todo lo que decidan en la vida. Si me van a citar en sus sermones pedagógicos, comenten también que era divertida, me sabía muchos chistes, bailaba terriblemente, cocinaba aceptablemente, tenía muchísimas amigas y les cerraba la puerta bastante seguido para estar a solas conmigo misma.

Bárbara Lejtik, Licenciada en Ciencias de la Comunicación, queretana naturalizada en Coyoacán. Me gusta expresar mis puntos de vista desde mi posición como mujer, empresaria, madre y ciudadana de a pie. 

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