El reclamo de equidad de género siempre es subversivo. Lo es en el Congreso. Lo es cuando se formulan las listas de las candidaturas. Y lo es sobre todo, en la vida cotidiana.
Cuando los varones se involucran en la crianza de los hijos y en los quehaceres domésticos, las burlas y los chistes no dejan de recordarnos que el machismo sigue metido en nuestras mentes y valoraciones sentimentales.
Hay madres que sufren porque sus hijos se unieron a mujeres que salen a laborar y, cada vez con mayor frecuencia, reciben mejores ingresos que sus parejas.
Si bien en las nuevas generaciones y en los jóvenes universitarios de las ciudades liberales, como lo es la CDMX en tendencia, la equidad comienza a dejar ser un discurso, los estereotipos y prejuicios generan sufrimiento entre quienes se ven presionados por su entorno social.
El entrometimiento familiar cuando una mujer decide no tener hijos o darle prioridad a su desarrollo profesional, o cuando un varón asume la valentía de las gestiones domésticas mientras los hijos crecen, son historias por todos conocidas.
A estos cambios de roles encaminados a una franca equidad, habrá que sumar en el futuro el caso de la pareja de Francia de la que más se habla ahora.
Nos referimos al candidato presidencial Emmanuel Macron y su esposa Brigitte Trogneux, quien fuera su maestra de literatura cuando él concluía la secundaria.
Las fotografías del político que irá a la segunda vuelta de la elección son ahora la comidilla planetaria: “¡Cómo ese cuero de 39 años está casado con una vieja 19 años mayor!”, parecen gritar los escandalizados en todas las latitudes.
El reportaje del periódico La Vanguardia, de Barcelona, contaba en su edición de este miércoles 3 de mayo la historia:
“Él era un joven estudiante de Drama, de 15 años, y ella su profesora de 39, casada y con tres hijos. El candidato a la presidencia de Francia se enamoró perdidamente de esa mujer con carácter e inteligente que preparaba clases cautivadoras en el colegio privado católico La Providence en Amiens, al norte de Francia.
Emmanuel le propuso que redactaran un libreto para una obra de teatro y con esa tarea, profesora y alumno empezaron a verse cada viernes, una situación que no molestó al entonces marido de Brigitte, acostumbrado a ver en casa pupilos de su esposa. ‘Hablábamos de todo. La obra era solo una excusa. Sentía que siempre nos habíamos conocido’, dijo Macron en su libro Revolution.
Tras el escándalo inicial, los padres de Macron aceptaron la relación y Brigitte se separó. Sellaron su amor con una ceremonia sencilla en 2007, Ella, entonces de 54 años, lució un corto vestido blanco. Él, de 29, se encargó de los discursos. Agradeció a toda la familia que ahora los apoyaba y habló de un amor ‘para nada común entre una pareja fuera de lo normal pero una que existe al fin y al cabo. Un amor que al principio fue clandestino, furtivo e incomprendido por muchos pero hoy es una conversación que se mantiene y ha pasado la prueba del tiempo”.
Será impresionante atestiguar cómo sobrevive esta pareja en medio de los vaivenes electorales y ante un eventual triunfo del joven político que emprendió una ruta al margen de los partidos tradicionales apenas hace dos años.
Por lo pronto, la subversión de la imagen es poderosa porque anuncia nuevas equidades. Sí, la de mujeres que pueden unirse a hombres menores que ellas.
Ahora nos asombra. Y a muchos los escandaliza. No es el caso con hombres maduros que se unen a jóvenes que bien podrían ser sus nietas.
Estamos acostumbrados a que los hombres de poder, sea político, económico o intelectual, llevan su celebridad al plano del galanteo, logrando enamorar, seducir y convencer a auténticas doncellas.
El tiempo de la equidad ahora es más subversivo que nunca, mostrándonos a un joven político cuya musa es una mujer madura.
Por supuesto que una golondrina no hace verano. Pero las tendencias están ahí. Y la subversión continuará.
Aun cuando se caricaturice la idea de es una moda esa de “las viejas zorras” que andan buscando juventud, en el fondo se trata de esa terca e irreversible equidad de género que trastoca el dogma de la superioridad masculina.
Porque así como la igualdad de oportunidades invade las aulas universitarias y paulatinamente se cuela en los organigramas del poder, así también se asoma la subversión de un prejuicio milenario: Los hombres maduran, las mujeres envecejen…