Sangre, dolor y muerte impregnaban el ambiente tapatío tras las explosiones en el sector Reforma. Nadie podía creer lo que veía: un camión de pasajeros estaba en el techo de una vivienda. La calle parecía una zona de guerra. Personas desesperadas buscaban rescatar a los pocos que quedaron vivos. Después, de boca en boca se daba la peor publicidad a una marca: Pemex. Se supo que la presencia de hidrocarburo había ocasionado la mayor tragedia tapatía que cobró la vida de centenares de personas. Han transcurrido ya 25 años. Los tapatíos, ese 22 de abril de 1992, perdieron además la confianza en su autoridad y en la justicia.
Poco habríamos avanzado como sociedad si nos quedáramos en el pasado, en el rencor. Por eso hoy, a 25 años, vamos a citar dos historias de vida. Ambas se pueden contar gracias a dos instituciones beneméritas en la ciudad: la Cruz Roja y el Hospital Civil de Guadalajara.
Darío Loera, era un bebé de 5 meses de edad que dormía plácidamente esa mañana en su cuna. En unos segundos estaba bajo los escombros, le cayó una tapa de alcantarilla encima. Un vecino buscaba a sus familiares, a todos los encontró muertos, pero vio a ese bebé, hijo de Silvia y Darío, todavía respiraba, aunque su piel ya estaba de color morado. Sin pensarlo lo entregó al paramédico y pronto se le llevó a una ambulancia. Fue el primer bebé que arribó al Hospital Civil Fray Antonio Alcalde.
La enfermera se lo aventó al guardia que estaba en la puerta, incrédulo viendo cómo llegaban los primeros lesionados de las explosiones, pues ella tenía más pacientes también al borde de la muerte. El guardia corrió al área de Pediatría y el personal se movilizó para salvar la vida del pequeño. Posteriormente sus padres lo encontraron.
Sonia iba en el camión, sólo recuerda que salió disparada y terminó arriba de una casa en la calle Río Lagos de la Colonia Atlas. Nadie se atrevía a rescatarlos, sólo un joven con el uniforme de la Cruz Roja trepó hasta donde estaba el camión e ingresó para dar los primeros auxilios a los pocos sobrevivientes, todavía dentro de la unidad. Ella logró sobrevivir.
Se desconoce realmente cuántas personas murieron aquel 22 de abril en Guadalajara; oficialmente se dice que fueron 210, aunque otras fuentes indican miles. También muchas personas lograron sobrevivir con mutilaciones en su cuerpo. Algunas murieron años después, sin ver la justicia. Pero Sonia y Darío lograron conservar, con ayuda de otras personas altruistas, las posesiones más valiosas del humano: la vida y la gratitud.