Como si fuera un virus altamente infeccioso, como el de la película “Soy Leyenda”, filme de terror-ciencia ficción postapocalíptico, dirigido por Francis Lawrence y protagonizado por Will Smith, la corrupción en la clase política mexicana se extiende a lo ancho y largo de todos los ámbitos de gobierno, tanto del federal como de los locales. Gobernadores de todos los colores y partidos son señalados, buscados, perseguidos, encarcelados por presuntos actos de corrupción, al igual que funcionarios de distintos niveles de gobierno.
La corrupción mexicana parece asemejarse al virus mutante que genera una extraña epidemia a nivel global; en este caso, a nivel nacional, después de que la doctora Alice Kripin modificara el virus del sarampión genéticamente.
Como en Soy Leyenda, los mutantes creados por el virus, se resguardan porque presentan síntomas que degeneraran a un estado primitivo y agresivo, pierden el cabello y son extremadamente vulnerables a las radiaciones UV del sol, o de las órdenes de aprehensión por casos de corrupción, obligándolos a ocultarse en las sombras, como lo hacían las criaturas infectadas en la película: en cuevas, edificios abandonados. En el caso mexicano, se atestiguó el atrincheramiento de un diputado suplente resguardado en las instalaciones de la Cámara de Diputados.
Es una epidemia que se ensancha cada vez más y que vislumbra dejar a salvo sólo a unos cuantos, o a prácticamente a nadie, como sucede en la película en donde Will Smith interpreta al virólogo Robert Neville, quien queda como el último humano sin contagiarse en la ciudad de Nueva York.
Nos preguntamos: ¿Habrá algún político o política sin contagiarse de ambición y corrupción desmedida en México que posiblemente al igual que el personaje interpretado por Smith sea un sobreviviente a salvo del virus, que busque encontrar la cura?
Tenía que ser mujer
En el mundo de los hombres, unos violadores, otros jueces y abogados: todos unidos a revictimizar una y otra vez a la valiente joven Daphne y a su padre; como si no fuera suficiente lo sucedido, ver para creer la errónea aplicación de la supuesta justicia, como una pesadilla interminable, cuando el único fin y objetivo que debiera tener es castigar a los culpables y no ofender más la condición de mujer. Porque al ofender a una de esa forma tan abominable, nos ofenden a todas.
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Paloma Ruiz. Comunicóloga por la UNAM, con especialidad en Marketing por la Universidad de Berkeley. Ha combinado a lo largo de su vida profesional el análisis político en diversos medios de comunicación nacionales e internacionales, con el diseño de estrategias de comunicación y las relaciones públicas. Amante del mar y el buceo.