Chicago, Illinois. He seguido muy de cerca el fenómeno migratorio de los mexicanos en Estados Unidos por varias razones: profesional, ya que es una de mis líneas de investigación y porque mi hijo vive en Chicago.
Viajo mucho a Estados Unidos. Desde que me enrolé en estos temas, es decir, desde 2003, cuando viví en la Ciudad de los vientos, he tenido la oportunidad de ser estudioso del tema, pero, además, actor. Sé lo que padecen nuestros compatriotas en el otro lado, así como lo que enfrentan para regularizar su condición migratoria.
Nosotros tardamos 10 años para obtener la residencia. En el proceso, padecimos de todo. El tema no me es ajeno, de hecho, es algo que conozco muy bien. Por eso me ha llamado la atención, dada la coyuntura actual con las políticas nativistas y discriminatorias de Donald Trump en contra de la comunidad migrante en Estados Unidos. Han surgido en ambos lados de la frontera una infinidad de nuevos (neo) actores, neo expertos, neo especialistas, neo líderes y todo lo que esté relacionado con lo neo.
En lo particular, me da mucho gusto que esto suceda. Mientras más aliados se sumen, habrá más presión por varios frentes. Comulgo y me congratulo con ello; sin embargo, desafortunadamente en algunos casos esto solo sirve como un escaparate o trampolín para que se filtren propios y extraños.
Esto es normal. Sucedió con la batalla del voto en el extranjero. Recuerdo especialmente a un colega, miembro de la Coalición de los Derechos Políticos de los Mexicanos en el Extranjero (CDPME), que hoy en día es parte del Servicio Exterior Mexicano (SEM). Lo es gracias a su participación en ese movimiento. Lucró, sí; se valía, no. Recupero la historia como referencia.
Se trataba de una de las tantas visitas que hacíamos algunos líderes migrantes a México para reunirnos con distintos actores políticos que jugarían un rol fundamental para que el voto en el extranjero se aprobara en la Cámara de Diputados. Para tener mayor efectividad, en el “lobby” nos dividimos en 3 grupos para visitar a los presidentes del Partido Revolucionario Institucional (PRI), Partido de la Revolución Democrática (PRD) y Partido de Acción Nacional (PAN) con el fin de tratar de convencerlos de que el voto en el extranjero era una causa justa y parte fundamental de los derechos políticos de los mexicanos que vivían fuera de México.
A mí, junto con otros 5 compañeros de la Coalición, nos enviaron al PAN. Salimos de un hotel ubicado en Paseo de la Reforma e Insurgentes a las 10:00 AM, no sin antes haber tenido una reunión para discutir y planear la agenda del día. No había espacio para la improvisación. Era un movimiento organizado (atípico), como pocos de su estilo. La reunión en la sede del PAN estaba programada a la 1:00 PM, es por ello que la delegación que me acompañaría, optó por hacer otras actividades (turismo de grilla) y quedamos en vernos directamente en la sede de Acción Nacional. Cada quien se organizó como pudo. Teníamos 3 horas para llegar a la cita. En mi caso, como soy originario de la Ciudad de México y no tenía nada pendiente por hacer, llegué un par de horas antes a la cita.
Me llevé una gran sorpresa. Uno de los miembros de la delegación, dicho sea de paso, era uno de más aguerridos, intolerantes y ortodoxos, se encontraba hablando con un grupo de prestigiados panistas, entre ellos el presidente del Partido. Tan pronto me vio, se llevó a los panistas a otro lugar. Nunca más le volví a ver, mucho menos en la Coalición.
Lo que sucedió después todos lo conocemos. El voto en el extranjero se ganó con muchas limitaciones; el movimiento perdió fuerza y aquel compañero del movimiento entró al Servicio Exterior Mexicano, sin muchos contratiempos. Gobernaba el PAN.
Cuento esta historia no como un hecho aislado, sino como algo que regularmente se repite en los movimientos sociales. Sé que en política no hay amigos, sino intereses y agendas personales, empero a ello, sigo creyendo en la noble labor de muchos líderes comunitarios a lo largo y ancho de México y los Estados Unidos que, sin mayor interés más que trabajar por el bien de la comunidad a la que representan, concentran sus energías para ayudar sin esperar nada o poco a cambio.
Hay una gran diferencia entre ellos y muchos de los que se han sumado a la Agenda Migrante. El día que prevalezcan los líderes que conozcan en su perfecta dimensión la realidad de la comunidad mexicana radicada en los Estados Unidos, entonces, como bien dicen mis amigos líderes comunitarios de Chicago, Elvia Torres, José Luis Gutiérrez y Artemio Arreola, se podrá hablar con autoridad y conocimiento de causa del fenómeno migratorio de los mexicanos en el otro lado; en otras palabras: del caldo de pollo con pollo.
Doctor Adolfo Laborde. Analista Internacional.