«EL RELATO»: Juego de azar - Mujer es Más -

«EL RELATO»: Juego de azar

Esperaba tranquila al esposo, disfrazada de sumisión. 

Apenas despertó, Georgina encendió la computadora y se leyó las cartas con ayuda del tarot on line. A continuación, abrió la página de la red social para consultar a Ochun, el Trébol de la Suerte, la Galleta de la Fortuna y su Horóscopo. “No me irá tan mal hoy”, suspiró dando inicio a su rutina.

 

Desde que su marido la dejó por otra mujer, perdió seguridad. Siempre pensó que bastaba una mirada para controlarlo, pero un día amaneció sola en su cama y tuvo que lidiar con el llanto de Luisito, quien la culpó por el abandono del padre.

 

Se esforzó en ser la compañera perfecta, cocinar estupendamente, tener la ropa limpia y planchada. Se esmeró en su arreglo, en resaltar los enormes ojos negros de resentimiento. Esperaba tranquila al esposo, disfrazada de sumisión. Dócil, respondía pronta a las caricias, dejándose dominar para después dar el giro: pasión transformada en acto violento, cruel. Esposa convertida en fiera. Él, amante amenazado que prefiere cerrar los párpados y soñarse lejos, solo, mejor solo. Ella, ajena, resoplaba triunfante. Lo había doblegado.

 

¿Qué falló? ¿Por qué, Dios, por qué?

Decidió no pensar más en el pasado y se dio a la tarea de demostrarle al infiel que a ella no le faltarían hombres.

 

Sus amigas intentaron levantarle el ánimo. “Eres joven y bonita, no te angusties, ya vendrá alguien más”. Otras, sugirieron las lecturas de cartas para que supiera a qué atenerse. A falta de dinero con qué pagar una adivina, descubrió en internet que el azar era gratuito.

 

El Tarot y Ochun cibernéticos se convirtieron en sus mentores. Ella, cual mandato divino, seguía a ciegas la combinación del día, haciendo lo imposible para que las siguientes veinticuatro horas transcurrieran exactamente como las cartas lo habían pronosticado.

 

Pegada al monitor se buscaba. Hacía tests para descubrir sus cualidades. Tenía que reconocerse, necesitaba aplomo.

 

“Niño, ¡deja en paz esa plancha!”, le gritó furiosa a Luisito. La interrumpió justo cuando la tirada virtual mostró un as de bastos, es decir, “lejanía”. Asustada, buscó en la sección de “Consejos” la forma de contrarrestar el poder de la carta.

 

Encendió velas blancas y repitió varias veces el conjuro que haría efectivo el amarre dirigido a su nuevo prospecto. La imagen del temible basto rodeado de espinas la angustió, así que, contraviniendo lo recomendado por el trébol, llamó.

 

—No, nena, es que estoy ocupado— respondió Omar con fastidio. Georgina no lo dejaba en paz.

—¿Qué no te gusto?— reclamó ella con coquetería.

¾Sí, sí, me gustas, quizá demasiado— agregó en tono dramático para quitársela de encima.

 

Ella suspiró romántica y apabullada por su propio encanto. “Está bien, no te voy a presionar, pero te quiero”, reviró sumisa al muchacho que hacía apenas una semana conoció en una fiesta en la que, sudorosos y escondidos en un rincón, terminaron a besos y manoseos. Al día siguiente, la galleta de la fortuna dijo “alguien está enamorado de ti”. Así tenía que ser.

 

¾¿Tú crees?¾cuestionó Lupita.

¾Sí, las cartas lo dijeron.

¾Y, ¿no se pueden equivocar?

¾¡De ninguna manera!¾interrumpió evitando el sacrilegio. ¿Qué tal que Ochun se enojaba? Le mandaría un castigo terrible.

¾Y, ¿no le has preguntado a las cartas cómo está tu vida laboral?

¾No creas que estoy buscando a cualquier muerto de hambre. Omar dice que tiene muchos negocios y por eso no lo he visto, está muy ocupado.

¾Un trabajo podría distraerte.

¾Mmm… No, no le voy a quitar a mi ex sus obligaciones.

 

Empezó a alterarse. Qué falta de tacto tenía Lupe. Seguro eran celos porque a ella nadie le daba dinero, era esclava en una oficina y no era muy bonita. Respiró profundo. En un tono más suave, casi irónico, agregó:

 

¾Pero la cartas me salieron muy bien hoy, hay suerte, así que mejor ni me preocupo.

 

Colgó enojada. Lupe la hacía sentir como una caprichosa. Concedió unos segundos a las palabras de su amiga. Trabajo. Terror. “Eres una inútil”, recordó la voz del marido.

 

Su celular sonó. “Gracias, Ochun”, dijo mirando al cielo. Enfureció cuando se dio cuenta de que era su ex marido.

 

¾¡Óyeme!, ¿por qué descuidas a Luisito?, ¿por qué no lo llevaste al zoológico si para eso te di más dinero? Si no te encargas, ¡te lo quito y te dejo en la calle!

¾Claro, para ti todo es muy fácil porque mientras me gritas abrazas a la otra, ¿verdad?¾respondió colérica y colgó.

 

Si hubiera tenido balas en las pupilas, Luisito hubiera caído muerto en ese instante. “Chismoso”. El niño lloró, imploró perdón y juró que se portaría bien.

 

Le partió el alma ver a su hijo angustiado. Se enojó con ella misma por el justo reclamo del menor. Estaba perdida. Sola. “Ochun, Trébol, ayúdenme. Hoy mi destino decía que sería feliz y libre”.

 

El dios del azar atendió al llamado y barajeó de nuevo.

 

Tocaron a su puerta en la madrugada. Era Omar, ebrio. Se encerró en la recámara con el invitado. “Gracias, Ochun”, murmuró antes de quedarse dormida.

 

Cuando despertó, el hombre ya se había ido. Se quedó un poco más en la cama. Era feliz. Al fin se levantó y corrió contenta a abrazar a su hijo, pero Luisito no estaba.

 

Buscándolo, caminó hacia el comedor y descubrió una nota en la mesa: “Mira lo que es el destino, no sabía que tenías un muchachito tan lindo. Gracias por el regalo. Te advierto, no intentes buscarlo. Luisito estará en muy buenas manos. Eres muy bonita como para dejar este mundo. Recuérdalo y olvídanos. Tuyo, siempre, Omar”.

 

Después de un ataque de nervios, buscó por todo el departamento, en el edificio, preguntó a los vecinos y luego indagó entre los invitados a la fiesta. Nadie lo recordaba. Era como si nunca hubiera existido.

 

“Ayúdame Ochun”, sollozó. Antes de llamarle a su ex esposo se sentó frente a la computadora y barajeó.

 

Misterios que tiene el azar. En más de veinte tiradas el Tarot virtual le mostró la misma carta: nueve de espadas, “tristeza, desesperación, aflicción… si la miras al revés: vergüenza, humillación y miseria”. 

 

 

Diana Teresa Pérez. Impulsiva, incoherente, terca, insomne. Recuerda que nació en el antes DF, hoy Ciudad de México (aunque siempre está perdida). Cree que la comunicación es fundamental para crear, recrear y dejar testimonio del paso del ser humano en este mundo. Ha trabajado para los periódicos Crónica y Excélsior y para la revista Expansión. Ha publicado varios cuentos en revistas y antologías literarias. Actualmente imparte talleres de escritura autobiográfica. *Ilustración: Chepe.  

 

 

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