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«ACTOS DE PODER»: ¿Vive el PRD?

El PRD no tiene en el futuro la fuerza que le dio la gente en un inicio… 

A quienes pertenecemos a la generación de los 60 y 70 del siglo pasado, nos emocionó la candidatura presidencial de Cuauhtémoc Cárdenas a la presidencia de la República.

 

Corría 1987 y la ruptura de la Corriente Democrática, la Quinta Columna dentro del PRI, decían algunos, por las órdenes del Primer Priista de la Nación de apoyar a Carlos Salinas, a la tecnocracia, ponía en alerta a la población sobre las intenciones de privatizar la riqueza nacional.

 

Salinas detentó la presidencia pero nunca sabremos a ciencia cierta si ganó la elección. Para mí, y para millones de mexicanos, el ingeniero Cárdenas ganó.

 

De esa elección y producto del Frente Democrático Nacional nació el Partido de la Revolución Democrática. Era el mayor esfuerzo de la izquierda mexicana para conformar un partido realmente fuerte y con presencia nacional que compitiera con el bipartidismo (PRI y PAN) y los partidos paleros.

 

Bajo la dirección de Cárdenas, el PRD comenzó una lucha por democratizar al país, desde las comunidades más lejanas de la geografía nacional hasta los centros neurálgicos del poder.

 

Luego vinieron las presidencias de Porfirio Muñoz Ledo, quien le dio consistencia institucional al PRD y después Andrés Manuel López Obrador convirtió al PRD en un partido con capacidad para ganar elecciones.

 

Lo que vino después fue una lucha interna por los cargos en las estructuras partidistas. Siempre, de un lado de los que buscaban apoderarse del control del partido, Los Chuchos, un grupo de políticos hábiles para la negociación. Del otro, el resto de las corrientes de ese partido.

 

Desde muy temprano, Nueva Izquierda, la corriente de las mañas y el corporativismo de la izquierda, denostó a sus dirigentes. A Cuauhtémoc Cárdenas lo querían jubilar de la política. A López Obrador intentaron descarrilarlo varias veces.

 

Los Chuchos se distinguieron por irse colocando en los cargos burocráticos del PRD. Poco a poco se fueron adueñando de los órganos de gobierno del partido pero eso no les daba para obtener la presidencia perredista.

 

Se conformaban siempre en ocupar la secretaría general del PRD. Desde ahí iban creciendo, haciendo metástasis en el cuerpo institucional perredista.

 

Pocas dudas quedan ya que, cuando Los Chuchos usaron todas las mañas de la política mexicana alentados desde el poder, se hicieron de la presidencia perredista cometiendo un fraude en contra de Alejandro Encinas.

 

Desde ese preciso momento, las verdaderas intenciones de los políticos de la izquierda “con los que sí se puede hablar y llegar a acuerdos” –como decía Arturo Núñez en sus tiempos de subsecretario de Gobernación– comenzaron a ser más evidentes y públicas.

 

La culminación de la cercanía de Los Chuchos con el gobierno (tricolor o azul) tuvo su culminación con el Pacto por México, construido por ellos, un grupo de panistas y en primera instancia con José Murat, el priísta ex gobernador de Oaxaca.

 

Desde que Nueva Izquierda asumió el control total del PRD, sus principales figuras, Cuauhtémoc Cárdenas y Andrés Manuel López Obrador, renunciaron a su militancia.

 

Coparon a Marcelo Ebrard hasta sacarlo del PRD. Contra él se unieron para evitar que llegara a la cámara de Diputados y proteger su alianza con el nuevo presidente de México.

 

Hoy, el coordinador parlamentario del PRD en la Cámara de Senadores anunció su apoyo a Andrés Manuel López Obrador. Miguel Barbosa, que fue parte de ese grupo, ya se dio cuenta que ese partido no tiene en el futuro la fuerza que le dio la gente para competir electoralmente.

 

Otro ex Chucho, Guadalupe Acosta, decidió también dejar las filas de Nueva Izquierda y ahora con Fernando Belaunzarán conforman una corriente ciudadana llamada “Galileos”, que buscan recuperar el diálogo y la política, eso que tanta falta hace en México.

 

Jesús Ortega y Jesús Zambrano se han quedado con el membrete del que fue el partido que nos hizo pensar e imaginar que la izquierda podía gobernar México. Ellos son los nuevos dueños del PRD. Antes era de la gente, pero lo privatizaron para su corriente.  

 

Hoy el PRD se parece tanto al partido que lideró Rafael Aguilar Talamantes. ¡Qué desgracia!

 

 

 

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