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«EL ARCÓN DE HIPATIA»: Auras posmodernas (la obsesión por tener siempre un cuerpo joven)

La esperanza de vida se traduce en una amenaza: el envejecimiento. 

“Juventud, divino tesoro” es una frase que todos hemos escuchado. Por lo general se le da por cierta, aunque siembra una duda: y cuando la juventud se acaba, ¿quedamos en bancarrota por el resto de nuestras vidas?

 

Es un cuestionamiento aterrador si consideramos que la esperanza de vida del mexicano promedio es de 74.9 años, de acuerdo con los datos del Consejo Nacional de Población (CONAPO), en el portal del INEGI. Esta esperanza se eleva en el caso de la mujer hasta los 77.7 años.

 

La esperanza de vida se traduce en una amenaza: el envejecimiento. El deterioro de nuestra apariencia física. “Como te ves me vi, pero como me ves, te verás”. Y así crecemos escuchando lo deseable que resulta la apariencia física juvenil en contraste con la pesadilla de un físico envejecido.

 

Es entonces cuando nos tornamos en la búsqueda de ese tesoro tan valioso, tan fugaz. De acuerdo con la Sociedad Internacional de Cirugía Plástica Estética, hasta el año 2014 se llevaron a cabo 11.5 millones de cirugías estéticas en todo el mundo, ubicando a México como el tercer país donde más se realiza este tipo de procedimientos estéticos.

 

Según una nota del diario El Financiero (2015), los médicos certificados por la Asociación Mexicana de Cirugía Plástica, Estética y Reconstructiva, registran la aplicación de 397 mil 854 tratamientos que no implicaron quirófano, como inyecciones de bótox (toxina botulínica) para reducir las líneas de expresión; es el segundo procedimiento más popular en los últimos años, con poco más de 75 mil pacientes. Otros estudios lo corroboran: estadísticamente, una encuesta de la empresa Groupon de 2015 reveló que 46% de las mexicanas están muy preocupadas por verse jóvenes y bellas.

 

Hasta hace un tiempo se asoció este fenómeno de la búsqueda de la juventud eterna como un “problema de las clases altas”. Pero, de acuerdo con un informe publicado en 2013 por la Sociedad Internacional de Cirugía Plástica Estética (ISAPS), el fenómeno depende cada vez menos del “estrato social”; es decir, personas con muchos o pocos recursos recurren al bisturí por una razón u otra.

 

En México, se calcula que el gasto en el sector representa el 1.23% del PIB del país, según datos dados a conocer en 2013 por la Cámara y Asociación de la Industria del Cuidado Personal y del Hogar.

 

Esa necesidad que se vuelve vital, de perpetuarnos en nuestro cuerpo joven, nos hace evocar al personaje literario de Carlos Fuentes, Consuelo, quien en su famoso relato Aura representa a una anciana de 109 años obsesionada con su pasado y decide revivirlo, trayendo la imagen de ella misma de joven, bajo el nombre de Aura.

 

Este relato lleno de misticismo representa a la perfección esa búsqueda de nuestro cuerpo joven. Tal parece que no logramos sacarnos de la cabeza el que algún día nuestros cuerpos cederán al impacto de los años y que esto es deplorable. Esta visión no sólo es parte de una realidad cotidiana sino que está anclada en el imaginario social, incluso el aparentemente más anodino.

 

Un ejemplo es la industria cinematográfica. El grupo de investigación de Medios de Comunicación, Diversidad y Cambio social (MDSC) de la Universidad de Southern California, realizó un estudio sobre la desigualdad de género en las 800 películas más taquilleras de Estados Unidos, basándose en los reportes que concentra la página Box Office Mojo, desde 2007 hasta el año 2015, exceptuando el año 2011.

 

¿Qué pasa con las mujeres maduras? De las películas analizadas el año pasado, sólo cinco mayores de 45 años tenían papeles centrales en la trama; en cambio, los hombres que superan esa edad protagonizaron 24 películas.

 

Frente al ideal de belleza masculina del hombre maduro e interesante, el cine que triunfa en la taquilla parece no aceptar la vejez femenina como parte del atractivo de las mujeres y rechaza que aparezcan este tipo de actrices. De hecho, el estudio demuestra que, conforme aumenta la edad de los personajes femeninos, descienden las posibilidades de que se presenten como atractivos a nivel físico.

 

Es hora que dejemos de luchar como Consuelo por evocar nuestra apariencia de años atrás, que empecemos a disfrutarnos y ser felices en cada etapa de nuestra vida. Que no necesitemos evocar a nuestra Aura, esa juventud que se disipa en el tiempo. Que no se convierta en una amenaza sino en un deseo, un honor, el pensar que algún día nos veremos como esas mujeres mayores, cuyo encanto reside no en la firmeza de sus senos, ni en la tesitura de su piel, sino en la madurez de afrontar la vida desde la perspectiva que dan los años vividos. Y que nos atrevamos a recrear ese diálogo de Aura, con nuestra imagen en el espejo:

 

–¿Me querrás siempre?

–Siempre, Aura, te amaré para siempre.

–¿Aunque envejezca, aunque pierda mi belleza, aunque tenga el pelo blanco?

–Siempre, mi amor, siempre. 

 

Saraí Aguilar | @saraiarriozola Es coordinadora del Departamento de Artes y Humanidades del Centro de Investigación y Desarrollo de Educación Bilingüe en Monterrey, Nuevo León. Maestra en Artes con especialidad en Difusión Cultural y doctora en Educación.

 

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