«POLÍTICA DE LO COTIDIANO»: Límites y maldad, confusiones peligrosas - Mujer es Más -

«POLÍTICA DE LO COTIDIANO»: Límites y maldad, confusiones peligrosas

En el imaginario colectivo sólo percibimos: agandallar o ser agandallado. 

¿Qué tan familiares les son estas situaciones?

 

  1. En el kínder, hay un niño que molesta a Jonathan y le ha llegado a pegar. Los padres le dicen que no se deje y que también le pegue, “que no sea tonto ni dejado”.
  2. A Lupita, una compañera de trabajo, la tratan mal, se burlan de ella y, abusando, le han pedido dinero prestado y no se lo pagan. Su hermana le dice que le diga a su jefa, pero Lupita dice que no quiere perjudicarla, “que no quiere ser mala con ella”.
  3. Rocío ha sido golpeada por su marido, sus padres la animan a que levante una denuncia, pero ella tiene miedo de que él termine en la cárcel, “no quiere ser mala con él, porque es el padre de sus hijos”.

 

En mi experiencia como terapeuta he escuchado muchas veces situaciones como las que describo, en las que las personas suelen tener una confusión entre qué es ser una buena o mala persona, y ser asertivos al poner límites y esperar o exigir respeto y buen trato. Estas confusiones derivan de una cultura y educación que suele proponer modelos de asertividad, fortaleza, valentía, muchas veces asociados a un cierto tipo de masculinidad machista que suele demostrar estas cualidades con violencia y/o abuso –físico o emocional–, o con cierto tipo de “astucia” (fui tan listo que les vi la cara).

 

En el otro extremo, la contraparte de estos modelos serían de bondad, virtud y hasta belleza, asociados a un cierto tipo de feminidad: pasividad, aguante, sacrificio, poner la otra mejilla, no ser tan malo como el otro, silencio, humildad, resignación, delicadeza, suavidad.

 

Como siempre insisto, les pido imaginar esos modelos como extremos en los que en medio están todo tipo de hombres y mujeres, individuos, con complejidades particulares. Pero la asociación simple: bueno-pasivo-tonto y malo-asertivo-listo, hace que la educación sea muy confusa para que las personas, en última instancia, sean capaces de defender su derecho al respeto y buen trato y más allá, colectivamente, apostemos a la construcción de una cultura de paz.

 

Vuelvo a los ejemplos iniciales: “no dejarse”, como equivalente a “poner límites”. Poner límites es un concepto tan repetido en la escuela, en los medios, en la cultura popular hoy en día, y le hace mucho sentido a mucha gente, pero toman muchas veces el no dejarse o poner límites como equivalente a cometer la misma violencia o ser tan “gandalla” como el que abusa de mí. Como mucha gente imagina esto, algunas lo hacen y otras no porque no quieren ser malas, como las demás.

 

Lo anterior se debe a que en el imaginario colectivo de esta confusa y dualista cultura, sólo imaginamos dos extremos: agandallar o ser agandallado. Es necesario imaginar y fomentar prácticas de firmeza, dignidad y respeto a nuestra integridad y derechos, mediante los valores de la democracia: diálogo, legalidad, respeto al otro.

 

Las abrumadoras noticias sobre violencia del crimen organizado, sumadas a las más escalofriantes de niños matando niños, pueden acabar fácilmente con nuestra esperanza. Sé por experiencia que no, que mientras las prácticas de respeto sean un esfuerzo que no sólo corresponde a la casa o solamente al Estado, sino que se dé en esos espacios, en el ámbito cotidiano y el ámbito político, involucrados en todos como ciudadanos, será posible que predominen las relaciones de paz.

 

Adriana Segovia. Socióloga por la UNAM y terapeuta familiar por el ILEF.

 

 

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