En las redes sociales encontré un grupo para crear, reír, amenizar el día y también una propuesta indecorosa.
Eso de las redes sociales hace que de repente te conectes con personas que estudiaron en tu escuela y que fueron compañeros de amigos comunes. A mí en lo personal no me gusta ser parte de grupos de redes, pero esta vez fue distinto, pues era uno interesante en el que el objetivo era desarrollar cuentos cómicos de obras de arte de los grandes museos, y con los comentarios, reír mucho y aliviarnos el día.
Como suele suceder, se hizo una invitación a sus miembros para desayunar y conocerse o reconocerse. Asistí por la curiosidad que mata a todos aquellos que se involucran en estos menesteres. Finalmente conocí a muchas personas, en especial un hombre de descendencia japonesa y mexicana con el que chateaba de vez en cuando. Era decente y se notaba a leguas que era una persona “de bien”, aunque con ideas no compatibles con las mías.
Semanas después, me invita a desayunar pero ahora solos. Acepté. Una plática agradable y casi al terminar el café me dice: Tengo que decirte algo…
Creo que mis ojos y mi cara le dijeron que continuara con su “algo”.
–“Te quiero avisar que mi abogado meterá la demanda de divorcio mañana”.
–“¡Qué pena me da saber que te divorcias!, al menos que sea motivo de alegría para ti”
–“Es necesario, pues mañana meten la demanda, así que calculo que en 45 días estaré divorciado”.
–“Eso suena bien. Espero que así sea, si es lo que quieres”.
–“Y pues ya que estaré divorciado y creo que tú y yo tenemos buena química, ¿qué tal si en cuanto me entreguen mi papel, nos vamos a Japón?”.
No entendí bien lo que me decía. Le contesté: ¿En serio? ¿Primera vez que nos vemos solos, hay buena química y crees que me puedo ir a Japón contigo? Imagino que inmediatamente notó mi cara de desconcierto y continuó…
“Es que debes saber que tú eres la primera en mi lista”.
Muda. ¡No soy alguien que calle fácilmente y estaba muda! Ni idea de dónde pude tomar inspiración alguna y le contesté de una manera tranquila, ya que no haría un espectáculo en un restaurante:
“Es un honor saber que soy la primera en tu lista. Temo que tendrás que buscar a la segunda. Tengo hijos. Vivo en México. Trabajo en México. No iré a Japón contigo aun cuando estés divorciado”.
La conversación se cambió para pedir la cuenta, la cual –obviamente– permití que asumiera él. Nos despedimos. Desapareció.
Confieso que aún tengo muchas ganas de conocer Japón.
Estudios de Sociología en la UNAM y la Universidad Complutense de Madrid, España. Licenciatura en Lengua y Literatura Inglesa, UNAM. Maestría en Educación con especialidad en Educación a Distancia, Universidad de Athabasca, Canadá.