Las jóvenes universitarias innovan y rompen el “techo de cristal”.
Una nueva generación de universitarias está abriéndose camino, resolviendo el problema del “techo de cristal” con la fundación de sus propias empresas y tomando un liderazgo a partir de estructuras nuevas. Estas experiencias, sin embargo, no están exentas de las limitaciones del mundo de los negocios, pero trabajan en nichos muy bien elegidos y tendencias emergentes que los mercados tradicionales ignoran.
Hace unos 20 años, cuando trabajaba en el mundo de las Organizaciones No Gubernamentales, le oí comentar a una de las más respetadas líderes de opinión del periodismo de género: “algunos dicen que al no encontrar espacios en el mundo empresarial, las mujeres fundamos y dirigimos ONG”, y mediados de los 90 este era el perfil de muchos de los grupos no gubernamentales; ahora pareciera que en las ciudades las jóvenes universitarias están dando la vuelta a ese concepto fundando empresas y consultorías con nuevos enfoques.
La clave de estas nuevas empresarias es una mirada afinada por planes de estudio enriquecidos con materias de negocios y de emprendimiento, a lo que se suma una gran habilidad de convertir en empresa sustentable las nuevas tendencias de la sociedad mexicana, y una disposición a salirse de los esquemas establecidos; es decir, no repetir, sino innovar.
Jessica se graduó hace cinco años de Comunicación y Medios Digitales, pero su camino desde estudiante se enfocó al tercer sector, al trabajo en proyectos sociales y eso la encaminó a hacer un master en Responsabilidad Social, esa fue la base para fundar su consultoría que da servicio a empresas mexicanas. En menos de dos años creó cinco empleos, además de ejercer un liderazgo creativo y estratégicos desde la dirección de su empresa, con un esquema muy ligero basado en la economía del conocimiento y en los ambientes digitales.
Mei, es estudiante de mercadotecnia y está interesada en comercializar las artesanías mexicanas en mercados urbanos de nivel medio, con el fin de desarrollar a las artesanas bordadoras de una amplia geografía; mientras Agustina, de la organización “Flor de lluvia”, con base en los bordados mazahuas organiza talleres y ventas de artesanías para públicos urbanos. Karla es consultora de proyectos sociales, y todas ellas tienen una eje común: el convertir herencias intangibles en negocios sustentables, fuera de los circuitos comerciales y la lógica capitalista que, por ejemplo, invade ahora San Cristóbal de las Casas.
Lo distintivo de estas experiencias con artesanas mexicanas de distintas regiones, son la creación de capital social puente y el modelo de negocio propuesto que se sale del tianguis tradicional y se centra en la autogestión, pero también estrategias de mercadeo basadas en comercio electrónico, en redes sociales y en un concepto de tianguis hipster-orgnánico, que igualmente se articula en entornos digitales. Estas propuestas provienen de jóvenes universitarias que apuestan por el emprendimiento social y con nuevas propuestas de empresas rompen el “techo de cristal” no sólo para ellas, sino para mujeres que, sin su impulso, podrían perderse en una globalización y un neoliberalismo que todo lo devora, hasta las artesanías, como lo demuestra el tianguis de la Catedral de San Cristóbal de las Casas.
Genoveva Flores. Periodista y catedrática del Tec de Monterrey.