«POTENCIAL»: El síndrome de Rumpelstiltskin - Mujer es Más -

«POTENCIAL»: El síndrome de Rumpelstiltskin

Jóvenes, desde el noviazgo, ejercen violencia hacia la mujer…

Las vacaciones me permitieron varios maratones de series y como no veo televisión en el año, llego a ellas muy tarde. Reencontré a Robert Carlyle en un papel de Rumpelstiltskin, que me pareció la metáfora misma del no lugar que, para muchos, es ahora la masculinidad.

 

En la serie, el pasado de Rumpelstiltskin es doloroso y humillante. Tuvo una bella esposa a quien no alcanzaba a satisfacer y ella acaba fugándose con un pirata. Avisado de que el barco está a punto de partir va a reclamarla, pero no puede afrontar el desafío de batirse en duelo con el muy plantado capitán. Sólo atina a suplicar por la estabilidad de su familia, en nombre de su hijo.

 

En la serie, Rumpelstiltskin es un hombre tocado por las tinieblas, manipulador y violento que retiene con esas artes a la mujer que está a su lado. Como cientos de jóvenes que hoy, desde el noviazgo, ejercen la violencia hacia las jóvenes.

 

El cambio de rol que hemos protagonizado las mujeres del siglo XXI sobre las poderosas bases de las que lucharon en el último tercio del siglo XX, es realmente interesante; en menos de dos generaciones le dimos vuelta a los roles tradicionales (solo en sectores urbanos de clase media) y nos hemos dado en conjunto un nuevo lugar, infinitamente mejor que el tradicional.

 

 

A diferencia de la serie, no nos subimos a un barco pirata bajo las órdenes de ningún capitán. El proceso fue mucho más sencillo: nos permitimos soñar, trabajamos para cumplir nuestros sueños y no hicimos caso a quienes nos advertían de que en el mar había monstruos y tempestades. Conseguimos nuestro propio navío, nos preparamos y nos aventamos a la aventura del espacio público.

 

Pero este cambio de lugar movió el universo entero como se tenía “ordenado” desde hace milenios, y en el parto del tiempo nuevo hubo científicas que ganaron premios Nobel, que descubrieron la estructura de la doble hélice del ADN, exploradoras, escritoras maravillosas, periodistas como nosotras, presidentas de naciones, estadistas… mujeres que por primera vez hicieron algo que “estaba reservado” a los varones.

 

 

Entonces tomamos decisiones sobre nuestras vidas, tuvimos nuestro dinero, aprendimos a no competir entre nosotras, fuimos disciplinadas y nos preparamos. A todas las que estamos en el ámbito laboral (no es un secreto) se nos exige más y se nos paga menos. El pretexto es extralaboral y culturalmente construido: “no deben mantener a nadie”, se dice absurdamente. Para quienes somos cabeza de familia, esta verdad es rudísima y el precio de nuestros sueños.

 

Pero ¿qué ha pasado a los varones en este nuevo escenario? Algo como al Rumpelstiltskin del pasado: la realidad de haber perdido la primacía en el orden social es avasalladora, intimidante y repentina. Si quisieran seguir siendo el proveedor indiscutible y cuya voz manda, tendrían que conseguir supertrabajos, que al menos en México son muy pocos y tienen un alto costo personal.

 

Y ¿si ya no es posible ser el proveedor, qué es lo que queda? La masculinidad se ha vaciado de este contenido, entonces hay la tentación de recurrir a la manipulación, al chantaje y a la violencia para mantener el mando de las relaciones familiares.

 

Sorpresivamente, viendo al Rumpelstiltskin de la serie comprendí la explicación de la psicología familiar que dice que los varones, cuando no pueden hablar de su dolor se vuelven violentos; pero hay otra alternativa más nutritiva y moderna: refundar la masculinidad y eso no lo podemos hacer nosotras. Tenemos que hacerlo en conjunto y así erradicar la violencia de las relaciones de pareja

 

Genoveva Flores. Periodista y catedrática del Tec de Monterrey.

 

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