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«COLUMNISTA INVITADO»: Cuentos no tan chinos

Explicar qué es China es un reto que traspasa las expresiones simplistas de una breve historia.

Es mi última colaboración desde China. Un semestre escolar se fue como agua. Había pensado en esta columna desde hace unos días; quería resumir en un par de páginas lo experimentado en este enigmático país. Naturalmente esto representa una tarea ambiciosa e imposible. Muchas experiencias vividas a través de retos intelectuales, viajes, encuentros, desencuentros, momentos alegres, de euforia, tristeza, melancolía. Una infinidad de sentimientos que desembocan en el encuentro inevitable con uno mismo. Nada de qué arrepentirse. Aprendí mucho, pero no lo suficiente. Explicar ¿Qué es China? o ubicarla en su perfecta dimensión es realmente un reto que traspasa las expresiones simplistas de una breve historia de China o China para principiantes. Entendí algunas cosas, pero otras me cuesta trabajo digerirlas. Así es cuando existe el choque cultural y la negación de lo desconocido o extraño. Es un proceso que tarda y evoluciona, pero necesario si queremos realmente vernos al espejo y reflexionar al respecto. Muchas preguntas, pocas respuestas.

 

Es difícil enlistar las virtudes de este pueblo. Me queda claro la valentía, el sacrificio, el amor al trabajo y lo más importante, un sentimiento de orgullo e independencia nacional que les da un carácter de dignidad en todo lo que hacen. Prueba de ello es el gran salto de un país que se encontraba en una fase de subdesarrollo hace 40 años a lo que hoy conocemos. ¿Cuál fue el secreto? ¿Complicado explicarlo? Una serie de reformas económicas, decisiones pragmáticas con grandes costos para la población y coyunturas globales podrían dar respuesta a lo sucedido en los últimos años en materia de transformación económica o salida del atraso. Hay por su puesto pasajes negros, como en la historia de todos los países. ¿Qué si hay retos? Claro, muchos, entre los que se encuentran: mayor cuidado al medio ambiente, respeto a los derechos humanos, creación de sistema de partidos, disminución de las desigualdades entre las zonas menos desarrolladas y las que sí lo están, problemas en las regiones autónomas y por su puesto, un rol mucho más activo y responsable de China, un mundo multipolar complejo.

 

Probablemente muchas cosas se hayan quedado en las teclas de la computadora, pero guardo con cariño algo que logré en mi estancia: desmitificar a este país. Entendí que no existe algo completamente negro o blanco o rojo; que la ortodoxia se puede desplazar con un pragmatismo responsable. A ellos les funciona. El Estado regulador y planificador desde una perspectiva de economía mixta puede funcionar si existen candados a la corrupción y al tráfico de influencias con miras a llegar a la tan anhelada meritocracia. Esas, entre otras relacionadas con la política económica de desarrollo, son algunas de las enseñanzas que podemos aprender, empero a ello, de nada servirá si no estamos abiertos a esos marcos de referencia. ¿Qué falta? Mucho sin duda. Propongo que comencemos con conocernos más. Poco se sabe de México acá como casi nada de China allá. Urge una diplomacia cultural activa y agresiva. Es cierto que los responsables de profundizar la relación bilateral son las cancillerías, sin embargo, promover la paradiplomacia (participación de otros niveles de gobierno en la relación bilateral) serviría y acortaría la brecha de la confianza que existe entre dos socios que se miran con cautela a sabiendas que hoy más que nunca se necesitan. De no hacerlo, seguiremos contándonos cuentos chinos o no tan chinos. 

 

Profesor del Departamento de Derecho y Relaciones Internacionales del Tec de Monterrey, Campus Santa Fe. Investigador visitante del Instituto de Desarrollo de la Universidad de Fudan, China.  

 

 

 

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