A las mujeres se les “cosifica”.
La apariencia femenina, las críticas al cuerpo de la mujer y las hostilidades que recibimos cuando no estamos alineadas a los cánones sociales, se pueden convertir en un dilema incluso político. Al menos así sucedió la semana pasada, casi al final del debate que se celebró en la Universidad Hofstra de Nueva York entre los aspirantes a la presidencia de Estados Unidos, la demócrata Hillary Clinton y el republicano Donald Trump.
Al criticar la recurrente actitud misógina del candidato republicano hacia las mujeres, Clinton evocó:
“Una de las peores cosas que dijo fue sobre una mujer en un concurso de belleza, la llamó ’Miss Piggy. Señorita Trabajadora Doméstica’, porque es latina”.
Ella se refería a Alicia Machado, quien fue coronada Miss Universo en 1996, año en que Donald Trump también se asumió como dueño del concurso de belleza.
La historia de Machado fue ampliamente cubierta por los medios: subió de peso y Donald Trump no dudó en ridiculizarla y evidenciarla. Se propagaron rumores de que le iban a retirar la corona, y él mismo convocó a los medios para que grabaran a Machado haciendo ejercicio frente a las cámaras, como una especie de expiación al pecado cometido: el gusto por comer, como él mismo lo mencionó en una grabación de esa época.
Lo que es más alarmante reside en que no sólo es un problema de Trump con las mujeres y su percepción de la belleza, sino de la carga social existente en la mujer para alinearse a los modelos aceptados culturalmente y el asumir como su obligación el ser hermosa. Son pocas las mujeres que han escapado a la culpa de no tener la figura perfecta. En mi etapa de adolescente, los peores momentos de la temporada de verano los viví en el probador frente al espejo: el no considerar que el bikini lucía como se veía en los anuncios panorámicos, me causaba ansiedad.
La escritora Susan Sontag publicó en la revista Vogue, en 1975, un ensayo llamado Belleza de mujer, en el que aborda el concepto de la belleza y cómo se ha (mal) interpretado a través de la historia. Menciona que no es el deseo de ser bella lo que está mal, sino la obligación de serlo, o tratar de serlo; algo que hemos aceptado la mayoría de las mujeres como una idealización halagadora. “La mujer es el sexo frágil y bello”, frase que termina convirtiéndose en dos pesadas cargas. Y el no cumplirlas nos puede convertir en acreedoras de insultos y descalificaciones.
Hemos sido educadas para ver nuestros cuerpos en partes, y para evaluar cada una. Y en esa evaluación, indiscutiblemente reprobamos. Nunca tenemos la cintura necesaria, el tamaño de senos ideales o el ancho perfecto de caderas. ¿Perfecto según quién? ¿Quién decidió qué medidas o estándares debíamos cumplir con nuestros cuerpos? Ellos, los otros, porque al parecer, Simone de Beauvoir no se equivocaba al mencionar que el problema de la mujer era un problema de hombres: de una sociedad que nos cosifica y planta en un escaparte para calificarnos, cosificarnos.
Pero quien sí se equivocó fue Trump, porque no es insulto que nos llamen Miss Piggy ya que ella, ese personaje del programa televisivo The Muppets, nos ha dado lecciones de empoderamiento y determinación femenina. Incluso cuando ha sido cuestionada con sorna sobre cómo mantiene su dieta, Miss Piggy ha afirmado, sin complejos ni miedo a romper con el estereotipo de la mujer débil: “nunca como algo más que no pueda levantar con mis patas”.
En una entrevista de 2011, Miss Piggy le contestó a la humorista Chelsea Handler que su talla “plus” significa “un extra de glamour, no que esté gorda, porque no lo estoy. Amo mi cuerpo y mi voluptuosidad. Creo que el estilo viene en todas las tallas; cuanto más grande eres, más estilo tienes, ¿no?”.
Al parecer faltan muchas Miss Piggy, no de ficción sino en la vida real, decididas a defender sus curvas o la ausencia de ellas ante el escrutinio público. Es tiempo de atreverse a asomarse al espejo y no ver en él al cuerpo del delito, sino del deleite.
Saraí Aguilar | @saraiarriozola. Es coordinadora del Departamento de Artes y Humanidades del Centro de Investigación y Desarrollo de Educación Bilingüe en Monterrey, Nuevo León. Maestra en Artes con especialidad en Difusión Cultural y doctora en Educación.