Un polémico caso de abuso de condición de poder y género.
En 1972 se estrenó la película El último tango en París, protagonizada por Marlon Brando y dirigida por Bernardo Bertolucci. El mundo entero entró en shock al observar a una figura del cine hollywoodense en escenas tan crudas como las que ahí se mostraron. Estas secuencias fueron denominadas en su época como cine pornográfico y rompían con cualquier esquema existente.
La cinta exploraba la relación entre el personaje de Brando, un lujurioso cincuentón presentado como el hombre prototipo y una joven 20 años menor, encarnada por María Schneider en sus primeros pasos en Hollywood.
El guion incluía una violenta escena en la que se simulaba una violación anal, en la que Brando usó mantequilla como lubricante.
Aunque los rumores sobre la veracidad de esta escena circulan entre los cinéfilos desde hace años, recientemente se viralizó una entrevista de hace tres años en la que Bertolucci se refirió a ese tema y que levantó un sinfín de comentarios en el mundo de las redes sociales.
Justo en el Día Internacional contra la Violencia de Género se retomaron y propagaron de forma masiva los comentarios hechos en 2013, cuando Bertolucci reconoció que la ejecución final de la escena de la mantequilla no fue consensuada con la actriz. La idea surgió de él y de Marlon Brando en la mañana del día de la filmación y la consumó, dijo, porque quería una reacción “de niña y no de actriz“.
En palabras textuales mencionó: “Fui horrible con María porque no le dije lo que iba a pasar. No me arrepiento, pero sí me siento culpable. Quería que María sintiera, no actuara la rabia y la humillación. Por eso me ha odiado toda su vida”.
La ambigüedad de la declaración generó en varios lectores –entre ellos actores de Hollywood– la interpretación de que la actriz había sido violada realmente y por ello surgieron miles de protestas, denuncias e incluso peticiones en Change.org. La controversia fue de tal magnitud que el propio cineasta se vio obligado a emitir un comunicado la semana pasada, en el que precisó que lo que no se informó a Schneider fue del uso de la mantequilla. Pero en los días previos, el núcleo del debate en redes y portales de noticias era si la escena había sido o no una “violación real”, y no faltó quien exoneró de culpa a Brando y Bertolucci.
Entre todo ese ruido hubo una nota que no pudo representar mejor lo que verdaderamente estaba en juego. Raquel Piñeyro, en un artículo para Vanity Fair, consideró que “el comportamiento de Marlon Brando y de Bertolucci fue abusivo y condenable, una agresión, un acto de violencia sin discusión y un clásico ejemplo de cómo hombres se aprovechan de su situación de poder con una coartada artística para engañar y manipular a una mujer que no está en las mismas condiciones que ellos”.
Al parecer todos los que debatían un hecho tan obvio no lograron entender que una violación implica más que una penetración corporal. Siempre que una relación no es consensuada, pero existe la penetración del espacio íntimo y emocional de la víctima, es violación. Lo que duele, lo que daña, es la ruptura, el desgarre de la capacidad de decidir. Violar no sólo es penetrar, es reducir la decisión del otro. Y no hay lubricante que repare esa herida del alma.
Arcón Navideño
Agradezco a Mujer_Es Más abrir este generoso espacio para el debate y la reflexión, y a los lectores su valiosa retroalimentación. A todos quienes formamos esta formidable comunidad deseo lo mejor en estas fiestas de fin de año. El Arcón de Hipatía toma un breve descanso y nos vemos de nuevo en enero.
Saraí Aguilar | @saraiarriozola
Es coordinadora del Departamento de Artes y Humanidades del Centro de Investigación y Desarrollo de Educación Bilingüe en Monterrey, Nuevo León. Maestra en Artes con especialidad en Difusión Cultural y candidata a doctora en Educación.