«MIRADA GLOBAL»: La libertad empieza en la cartera - Mujer es Más -

«MIRADA GLOBAL»: La libertad empieza en la cartera

Apenas cantaba el gallo y ella, con 75 años, ya estaba levantada. 

Eran como las 5 de la mañana y comenzaba el ruido de platos, cucharas y cazuelas. En la amplia y rústica cocina, mi “Mamachepa”, así le decíamos a mi bisabuela, era como un torbellino; pelaba verduras, cortaba el pollo o lo que iba a contener el menú del día que dejaba en grandes ollas. Todo quedaba listo a las 10 de la mañana, la “hora del tren” que literalmente llegaba puntual a esa hora, los siete días de la semana. 

La enorme cantidad de integrantes de su familia comíamos y disfrutábamos sus deliciosos platos. Desde que tuve memoria y hasta los 7 años de edad, cuando partí de Tilapan, Veracruz, vi la misma rutina. Luego supe que mi amada “Mamachepa” además de cocinar para nosotros, vendía comida a quienes bajaban del tren. Su imagen de mujer autosuficiente, quedó grabada en mi memoria y mi corazón.

Siempre la vi al pendiente de sus puercos de engorda, sus gallinas y lo que se cosechaba en su milpa. Era una mujer de carácter fuerte, la que a todo mundo inspiraba respeto. Nunca la escuché quejarse más que de sus “reúmas” que por las tardes le castigaban sus piernas. Pero al otro día, temprano, las dolencias desaparecían. A su edad le gustaba ganar su propio dinero. No tenía empacho en darle comida o agua a cualquier borrachito o indigente que se acercaba a la puerta de su casa. Andar de “soldadera” en la Revolución la había curtido en todos sentidos. Era una mujer de trabajo.

“Mamachepa” era “mandona”. Le encantaba ordenar y regañar, cuando lo ameritaba, a medio mundo. Todo tenía que estar en orden y bajo su supervisión. No se amedrentaba ante un zorrillo que se metiera a su gallinero. Ahí tenía preparada su vieja pistola oxidada con la que dormía debajo de su almohada.

En esa época, ni hablar del feminismo, ni de lucha por la igualdad de género. Trabajo y esfuerzo se le habían dado de manera primitiva. Probablemente no sabía leer ni escribir. Había desarrollado un talento para la cocina que cualquier chef hoy en día envidiaría. Con ella saboreé las cebollas rellenas de picadillo, el “mogomogo” –que era un platillo hecho a base de plátano macho aplastado y relleno de queso– y el mole poblano. Todos los días su cocina era un ritual de olores y sabores. Tenía a su ayudante que hacía a mano las tortillas de maíz.

Hoy sé que su ejemplo de autonomía me formó. Hasta el final de su vida no dependió de nadie. Traigo esta historia a cuento porque siempre he creído que la verdadera libertad de las personas y en especial de las mujeres, comienza en la cartera, en el bolsillo. No importa si tenemos una profesión u oficio. Trabajar nos hace realmente independientes. No quiero hablar de cifras ni estadísticas. Muchas mujeres hoy en día se ven sometidas a todo tipo de maltrato, muchas veces soportado, por no tener la posibilidad económica de enfrentar la vida. Más que hablar, hay que actuar. Y la mejor manera es ponerlo en práctica. Un día le pregunté a “Mamachepa” si no se cansaba, me dijo: “nunca”, “me cansa no hacer nada”. Créanme, fue una gran enseñanza de vida. Empecemos por tener claro en la cabeza que efectivamente, la libertad, la real independencia empieza cuando nos ganamos el sustento. Ella fue una mujer iletrada, sencilla. No necesitó un título universitario. Ponía en práctica lo que había aprendido de niña: cocinar.

Seamos realistas y congruentes para romper paradigmas. Mi bisabuela fue una hija de principios del siglo XX, sin preparación, sin protección alguna. Simplemente entendió que para poder ser libre y respetada tenía que trabajar. Por algo –qué mejor que ganarse el sustento propio– se empieza y reditúa mucho. Ayuda a romper realmente cualquier atadura. En el marco del Día Internacional Contra la Violencia de Género, va el ejemplo de “Mamachepa”.

 

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