La integración en América Latina tiene rasgos espirituales.
Dos cosas me inspiraron a escribir sobre el tema de hoy. La primera, mi experiencia la semana pasada un foro en el que participé bajo el titulo Las Relaciones entre China y América Latina, en el marco de la reciente reunión en la Ciudad de Lima, Perú, del Mecanismo de Cooperación Económica del Asia Pacífico (APEC por sus siglas en inglés). El otro, un artículo publicado por una colega del Tec sobre los requisitos que buscan los llamados cazadores de cabezas o talento en el contexto de las nuevas competencias laborales.
El primero. Fui invitado como ponente en el Centro de Estudios Americanos de la Universidad de Fudan, China. Asistí al foro e hice la tarea. Llevé mi presentación pensando en cada detalle. Cumplí con los 15 minutos y dejé claro mi posición sobre lo que si podemos aprender de China y lo qué no, así como expuse algunas opciones de desarrollo para nuestra región, especialmente en México a través de la transferencia de mecanismos de cooperación regional como el que ellos han denominado one belt one road en Asia. Propuse, entre otras cosas para México, la recuperación de la imagen de los comerciantes prehispánicos a través de la “Ruta Pochteca” y crear un mecanismo de cooperación horizontal y comercio con la región con miras a diversificar nuestras relaciones económicas y políticas, más aún considerando el contexto en América del Norte y las consecuencias de ello para nuestro país. Luego de mi presentación, siguieron otros ponentes chinos y latinoamericanos.
Los chinos, a pesar de que son especialistas en América Latina, tienen una visión muy general de nosotros. Piensan que somos iguales y eso, para el diseño de una política a la región, es un error. Ya he comentado con algunos colegas sobre mi opinión que la integración en América Latina tiene rasgos espirituales, no reales. El Bolivarismo es un sueño. Es más retorico el asunto, dado la composición de nuestros sistemas económicos y productivos. En la mayoría de los casos, a excepción de México, se adolece de un desarrollo industrial sofisticado convirtiendo a la región en abastecedora en los mercados globales de productos agropecuarios, materias primas o en algunos casos de insumos o bienes intermedios. Hemos sido economías competitivas entre sí, no complementarias.
Por ello y usando sólo dos ejemplos, el fracaso de los mecanismos de integración en la región, ya sea el de la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio que data de los años sesenta (ALALC) o su sucesora, la Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI) surgida en los años ochenta, o los subregionales como el Grupo de los Tres (G3) entre Colombia, México o Venezuela o el Mercado Común del Sur (MERCOSUR) que agoniza, así lo demuestran. En la parte política, la cosa está peor si consideramos que en la mayoría de los casos nuestra historia como naciones independientes ha estado rodeada de caudillos y líderes populistas.
En cuanto a los latinoamericanos que escuché en las intervenciones, no puedo rescatar mucho. Un burócrata chileno que lejos de aprovechar el foro para aportar ideas propias, se centró en tratar de desmarcarse de mis dichos sobre los males de la región, especialmente en el tema de la corrupción y la composición de las economías mono-exportadoras de América Latina. El otro, un uruguayo que habló muy bien, bueno, improvisó muy bien. Rollo, rollo y más rollo. Un caso de un investigador o (intento de) académico que improvisa. Casos como estos son un desperdicio.
Pocas son las oportunidades de hablar de manera seria en las tribunas académicas en Asia como para que se termine haciendo lo que regularmente se hace en nuestra región, es decir, “sentirse más inteligente que el que está al frente”. Por eso no nos toman en serio, mucho menos cuando las imágenes de nosotros queda enmarcada en los estereotipos característicos de cada país. El nuestro se ha quedado en el siglo de oro de las películas mexicanas o la asociación de México con en el tequila y el aguacate, recientemente. Mucha tarea por hacer para nuestro país para que nos conozcan en nuestra perfecta dimensión y dejar los mitos, en el mejor de los casos, a un lado.
Segundo. Leí atentamente lo que mi colega escribió sobre los cazatalentos. No entraré en detalle. Seré muy breve. Sólo me concentraré en la parte de los estudios en el extranjero. Me parece que se debería de dejar a un lado la visión equivocada o en el peor de los casos banal de los estudios en otro país.Estas oportunidades son para estudiar, mejorar nuestras herramientas o competencias, adquirir experiencia y tener marcos de referencia. Con ello, complementamos la formación académica, no al revés. De lo contrario, se cae en el riesgo de querer adaptar todo lo adquirido en el extranjero a una nuestra realidad. Hay muchos casos en la historia de México donde esas prácticas han terminado en fracasos. Es una lástima que la tendencia de algunos cazadores de talentos esté basada en estas frivolidades. Y luego nos preguntamos por qué nos ven como nos ven en el mundo.
Profesor del Departamento de Derecho y Relaciones Internacionales del Tec de Monterrey, Campus Santa Fe. Investigador visitante del Instituto de Desarrollo de la Universidad de Fudan, China.