A Donald Trump no le gusta su vecino México.
Hace poco más de 20 años, Alan Riding publicaba en una parte de su libro “Vecinos distantes” (Distant Neighbors) crónica de un país irredento, que toda la vida pública de México se resolvía en un tema: “corrupción”. Hoy, visto a la distancia, pareciera haberse configurado esto en una profecía que hoy es una lamentable realidad.
Hacia donde se gire la mirada, gobernantes corruptos, a lo largo y ancho de todo el territorio nacional… En su página 113, Riding escribía: “Los funcionarios mexicanos difícilmente admiten —sobre todo ante extranjeros— que la corrupción es esencial para la operación y sobrevivencia del sistema político, pero el sistema jamás ha vivido sin corrupción y se desintegraría o tendría que cambiar radicalmente si tratara de hacerlo”.
Es decir, el sistema político mexicano tal cual lo conocemos, sea priísta o panista, no va a cambiar; en esencia, los partidos son lo mismo, aunque se muestren con un outfit (vestimenta) de diferente color. Vistos los hechos y resultados de la llamada alternancia, la única diferencia entre el Partido Revolucionario Institucional y el Partido Acción Nacional es el color; unos tricolor y otros albiazul.
Por más discursos anticorrupción que elaboren, divulgen, publiciten, buscarán conservar lo mismo. Si en verdad quisieran PRI o PAN acabar con la corrupción, empezarían por el reemplazo del sistema político-económico vigente, por una oferta de cambio del sistema. Pero no hay intención alguna de renovar o sustituir el sistema imperante.
De aquí al 2018, los principales partidos políticos sólo le darán una manita de gato a la cara visible del sistema, para que parezca diferente, pero le apostarán a una continuidad en donde el elemento principal sea la corrupción, los privilegios y, por ende, la impunidad.
Riding citaba: “Donde ponga el dedo, sale pus, dijo una vez un procurador general de la República. Aunque resulte exagerado decir que toda la sociedad mexicana sea corrupta, la corrupción sí está presente en cada región y sector del país”.
Con EUA poco entendimiento
El ex corresponsal del Financial Times, de The Economist y del New York Times, que en su momento fue criticado por la visión expuesta en su libro sobre los mexicanos, la corrupción y la propia vecindad fronteriza, hablaba de que por más kilómetros de frontera irrenunciable, poco era el entendimiento entre los vecinos México-Estados Unidos.
Hoy, desafortunadamente el futuro de la relación con el vecino parece estar basado en la cerrazón y el desagrado que muestra el posible equipo de gobierno del futuro presidente estadounidense hacia su vecino del sur.
A Donald Trump no le gusta su vecino México. Para él, ahora y desde su etapa de precandidato y candidato, somos un vecino peligroso.
Por más que los gobernantes mexicanos nos quieran vender el garlito de que somos muy amigos y que habrá un entendimiento con el futuro gobierno norteamericano, y que por haberlo invitado a venir a suelo mexicano siendo candidato ya somos sus grandes friends, ¡no!; somos tal cual lo definió Riding: “Vecinos distantes” y al parecer cada vez lo seremos más.
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De American Pie a American Wall
The Trump Identity
Paloma Ruiz. Comunicóloga por la UNAM, con especialidad en Marketing por la Universidad de Berkeley. Ha combinado a lo largo de su vida profesional el análisis político en diversos medios de comunicación nacionales e internacionales, con el diseño de estrategias de comunicación y las relaciones públicas. Amante del mar y el buceo.