“El ser humano es mitad ruindad, mitad indiferencia”: José Saramago.
“Mi maestro de música se llama César. Me quita la ropa porque hago cosas malas. Me la quita en la escuela del Tepeyac. Me quita la ropa de arriba y abajo y los zapatos. Me toca el pene y las pompas. Me pega en el pene con la mano”.
“Se le pide al menor que con la ayuda de dos muñecos anatómicos muestre lo que el Maestro César le hacía. El niño empieza a golpear al muñeco de mayor tamaño, mencionando que el grande es César y él, el pequeño. Toma al muñeco grande y dejando al chico de pie, el grande le toca los genitales, mencionando que ‘lo quiero tirar a la basura porque es malo César’. Se le pregunta al menor ¿Por qué es malo César? Responde: es malo porque me toca mi pene y mis pompas”.
Lo anterior es parte de un expediente de la Fiscalía de delitos sexuales de la Procuraduría General de Justicia de la Ciudad de México, en poder de esta reportera.
“Algo no estaba bien. Sin decir ni una palabra, mi hijo habla con su comportamiento, se orina y se hace popó mientras está en clase. Le aterra la sola idea de ir al baño o de ir a la escuela. Está irritable, llora muchísimo y a la hora de entrar al colegio, era un drama y yo no sabía por qué”, confiesa Paola, una madre herida por lo ocurrido a su pequeño hijo de 3 años.
¿Cómo se enfrenta algo así? ¿Cómo aceptar ver a un hijo de 3 años en una procuraduría para acusar a un maestro de tocarlo, agredirlo, violentarlo? ¿Cómo volver a dormir igual?
¿Cómo no sentirse responsable? ¿Cómo aguantarse las ganas de no hacer justicia con mano propia? ¿Cómo un padre lo externa? ¿Cómo una madre lo afronta? ¿Cómo lo viven los abuelos? ¿Cómo lo sufren los hermanos?
Al dolor de una familia de saber que un “profesor” ha violentado a un hijo, súmele la indolencia de las autoridades educativas al escucharles decir: “¡Señora, ya lo corrimos!, ¿qué más quiere que hagamos?”.
Noooo, si el asunto no es que lo despidan. El problema es que la institución educativa sea pública o privada –la que sea–, cuando ocurre algo así dentro de sus paredes comienza por desgastar el entorno y a presionar a los padres y al alumno con un solo propósito: que se larguen y se vayan al carajo cuanto antes de la escuela, como si el menor violentado y su familia estuvieran enfermos y fuera contagioso.
Al dolor de saber que un adulto ha violentado a un hijo, súmele que los padres deben explicar a los otros padres de familia –algunos compadres, amigos, brothers en las buenas pero que, en las malas dan la espalda–, las razones por las que la familia ha decidido denunciar al profesor y súmele que una vez que eso ocurre, aquellos brothers, compadres y amigos cierran ojos, oídos y filas, encima piden a sus hijos: “ya no te juntes, ya no le hables” a fulanito o sutanita. Y súmele que discriminan tanto, al grado de hacerlos sentir los únicos responsables por “manchar” el “prestigio generacional” del colegio. ¡Chorradas!
¿Ninguno de esos padres piensa que alguno de sus hijos puede ser víctima de un agresor sexual?
¿Por qué las familias no se unen con directivos para cerrar filas y que no se repita un solo caso más de abuso sexual en los colegios de la zona, la ciudad o este país en lugar de señalar, criminalizar, rechazar e invisibilizar?
En este caso en particular, esta denuncia ha contado con el respaldo jurídico de un abogado brillante, ética y sensibilidad que ha acompañado a Paola desde el principio en su caso contra el “Maestro de Música”, quien después de ser “despedido” acudió a dos escuelas más para seguir dando clases de música a niños. ¿Qué escándalo, no? ¿Y la SEP? Bien gracias.
¿Y los colegios lo sabían? No, no lo saben porque no cumplen protocolos y no existe una lista donde se consulte a quién no debes contratar. La fotografía de César Hinojosa Jaramillo está fijada en @YohaliResendiz con la finalidad de que quien lo reconozca lo denuncie y sepan su paradero. ¿Y por qué sé que se ha contratado en dos escuelas más?, pues porque doy seguimiento a los casos que denuncio y acudí a esas escuelas para verificar esa información. Y efectivamente, el profesor de nombre César Hinojosa Jaramillo dio clases en dos escuelas más después de ser denunciado y que la policía de investigación de PGJCDMX lo buscara al ser señalado por un pequeño de 3 años en el Colegio Tepeyac Mexicano y los peritajes psicológicos dieran positivo.
No es sólo lidiar con que un hijo pase de ser vivaz, lleno de vida, alegre, a un niño apagado que ahora se arrincone temeroso. O ahora mirar que de ser un hijo valiente, hoy tenga miedo a la oscuridad y tenga episodios donde se revuelque de dolor. O ir cachando una a una las cosas que avienta con furia. O ensordecer por los gritos que da y mirarlo golpearse una y otra vez como si él fuera responsable de todo. O recibir manotazos en la cara del padre o la madre porque con ello pareciera que el reproche es: “¡Tú no me cuidaste. Tú me llevabas a la escuela y ahí me dejabas. Tú me entregaste!”.
Noooo, no sólo es tratar de conciliar el sueño y al hacerlo despertar por el grito del hijo en medio de la madrugada y escucharlo llorar porque tuvo otra pesadilla y se niegue a dormir solo. Y tampoco es mirar cómo su hijo ya no acepta ni da aquellos abrazos adorables y hoy no quiera tener contacto físico con nadie.
A todo lo anterior, súmele lo siguiente:
¿Por qué los medios de comunicación en general invisibilizan estos temas? ¿Por qué no se suman cuando hay una denuncia de abuso sexual infantil como una obligación? ¿Por qué los medios no contribuyen a difundir estas denuncias con el objetivo claro de que el responsable sea detenido? ¿Por qué no sumar y enviar el mensaje a las autoridades y a los adultos que se atrevan a violentar un niño o niña que quienes estamos en los espacios informativos no solaparemos a ningún agresor? ¿Por qué no?
No solo es denunciar, sino señalar a la autoridad que minimiza los hechos y hacer público el colegio o escuela que satanizan a los padres de familia por el simple hecho de osar enfrentarlos y exponerlos. Los tiempos han cambiado y ahora las redes sociales –en mi caso– se han convertido en un medio de difusión de aquellos temas de los que nadie habla pero todos saben. Porque las cosas malas, también se cuentan y cuentan mucho.
¿Dónde están los “talentos, estrellas” o el “Premio Nacional de Periodismo” que se indignan por el aumento a la gasolina pero hacen caso omiso a las súplicas por Twitter de una madre solicitando un espacio para denunciar a un docente agresor. Y no lo dice esta reportera, sino las pruebas psicológicas a su hijo de 3 años. ¿Saben cuántos respondieron a @PaolaSaenz12? Los invito a entrar en la cuenta de esta mamá y no le crean a esta reportera, sino a sus ojos.
¿Cuánta mezquindad, no? ¿Dónde está la libertad de expresión que tanto defienden con los “identificadores” de “sus” espacios? Bueno, hubo un reportero que se atrevió a “recomendarla” con la fiscal en lugar de hacer su trabajo, ¡hágame el favor!, como vocero o consejero de PGJCDMX. Por eso la autoridad no nos respeta, sigue minimizando los casos y las cifras, revictimizando a las víctimas mientras los agresores gozan de impunidad y libertad.
Pero eso sí, este 25 de Noviembre, Día de la eliminación de la violencia contra la mujer, seguro los mártires del periodismo y héroes nacionales de la comunicación comenzarán –en tono indignado, por supuesto–, a leer en el teleprompter las cifras de la vergüenza, cuando ni siquiera respondieron a una madre que sólo pedía una cosa: ser escuchada, ¿o eso no es violencia? Es pregunta…
El día que realmente seamos solidarios en este país y nos pongamos en los zapatos del otro, cambiará desde dentro. Está en nosotros indignarnos y al menos compartir este texto que tiene dos preguntas: ¿qué haría usted si le tocara a alguien que ama con toda su alma? ¿Qué haría usted en el lugar de @PaolaSaez12? A nosotros nos toca informar, a la policía investigar, para que un delito tan ruin no quede impune.
Yohali Reséndiz, periodista: “Amo el periodismo de investigación y denuncia, todos los días lo ejerzo. Soy intolerante a los estúpidos, abusivos del poder, corruptos, ladrones, machistas, violentos. No soporto la mentira ni tampoco a quienes discriminan”.