El voto de “esa Norteamérica profunda” le dio la victoria a Trump.
Estupor, depresión, tristeza. Todo eso sentimos muchos al ver ayer por la noche que el triunfo de Donald Trump era inevitable, un escenario que ni siquiera habíamos querido considerar esperanzados, como estábamos, en que Hillary Clinton fuera la primera mujer presidenta en Estados Unidos.
Pero para los mexicanos, sentarnos a lamentar este giro del destino no es opción, no hay tiempo que perder para llevar a cabo dos tareas estratégicas: entender por qué tantos millones de estadounidenses le dieron su voto a Trump y diseñar una estrategia para proteger nuestra economía y a los trabajadores migrantes.
¿Por qué ganó Trump? En gran medida, ganó por el voto de esa Norteamérica profunda, la Norteamérica blanca que se niega a integrar a su sociedad a los grupos raciales minoritarios y a quienes les fascinó el discurso patriotero, proteccionista, racista del candidato republicano. Muchos de ellos no querían admitir abiertamente que en realidad iban a votar por Trump, fueron “políticamente correctos” al responder las encuestas. Sólo así se entiende que hasta ayer el sitio Real Clear Politics que hacía un cálculo de las preferencias promedio, le siguiera dando a Clinton una ventaja de 2 puntos porcentuales.
También está ese profundo desencanto de amplios sectores de la población estadounidense, con las promesas que no cumplió el presidente Barack Obama. Una de las grandes expectativas que vivió la sociedad estadounidense hace 8 años con la victoria de su primer presidente afroamericano, fue la creencia de que su triunfo implicaría la destrucción paulatina del profundo racismo que sufre esa nación.
Pero las repetidas historias de asesinatos de jóvenes afroamericanos a manos de policías en los últimos meses, son una de muchas muestras de que esa expectativa que no se cumplió; tampoco se logró la mejora en las condiciones de vida que esperaban las clases bajas con la llegada de Obama a la Casa Blanca. En ese sentido, el voto masivo por Trump es de castigo contra los demócratas y contra el desempeño que tuvo Obama.
En medio de estas circunstancias, Hillary se enfrentó a una campaña sumamente agresiva por parte de Trump, y a la decisión de última hora del director del FBI, James Comey –republicano– de anunciar una nueva investigación sobre otro bloque de correos de la demócrata, enviados desde su e-mail personal cuando era secretaria de Estado.
Aunque el domingo pasado el FBI anunció que no se encontró nada contra Hillary, el daño ya estaba hecho: la demócrata pasó de tener una ventaja de alrededor de 4 puntos porcentuales en el portal RealClearPolitics.com a una de sólo 1.7%.
¿Qué hacer ante la victoria de Trump?
Tanto los académicos, como los activistas de las organizaciones de migrantes, los consulados mexicanos y la cancillería tienen que trabajar coordinadamente en una estrategia para blindar los intereses mexicanos.
Hay sólo dos meses de aquí a que Donald Trump asuma el cargo como presidente de los Estados Unidos, estas semanas tendrían que aprovecharse desde la cancillería para ir ubicando a los republicanos que serán el primer círculo de asesores del mandatario, sobre todo en materia de comercio y migración.
El personal de la embajada de México en Washington, tendría que empezar a indagar ya si las amenazas de campaña de Trump de renegociar el TLC van en serio y qué funcionarios estarán trabajando en ese tema, para empezar a acercarse a ellos y entender en qué sentido moverán sus fichas.
El otro tema que requiere acción inmediata es la protección de los trabajadores mexicanos radicados en la unión americana, sobre todo en vista del evidente rechazo de Trump hacia nuestros connacionales.
Hay personal de carrera que ha hecho una labor extraordinaria de protección de los migrantes por décadas en los consulados. Lo mejor que puede hacer la canciller Claudia Ruíz Massieu en estos momentos, es proteger a ese personal, dejarlo donde está, porque hoy más que nunca los va a necesitar.
En esta estrategia, el vínculo consulados-organizaciones de migrantes será crucial, no sólo para proteger los derechos humanos y laborales de los migrantes, sino para impedir que miles de familias sean separadas por las absurdas y miopes visiones que Trump tiene sobre los migrantes.
¡Y por el amor de Dios!, que alguien le explique a Trump –con peras y manzanas– que fueron justamente agricultores y trabajadores mexicanos, los que cultivaron buena parte de los alimentos que él y su familia han disfrutado a lo largo de su vida.
California sigue siendo el gran huerto de la unión americana, y allí los trabajadores mexicanos son los que dominan el panorama. Quizá así empiece a entender que cerrar fronteras, no es buena idea, ni para él, ni para nadie.