Estados Unidos vive la elección más cerrada de los últimos años: final cardiaco.
Estamos a unas horas de la elección presidencial más reñida en la historia reciente de Estados Unidos. Nadie se atreve a pronosticar un triunfo contundente ni para Hillary Clinton por el partido Demócrata ni para el republicano Donald Trump. Los últimos sondeos en población abierta los ponen así: Clinton 48.5%, Trump 45.6%; es decir, 291.6 votos electorales para la candidata y 245.6 para él, de acuerdo con las proyecciones del sitio fivethirtyeight.com. Desde el triunfo del Brexit –la salida de la Gran Bretaña de la Unión Europea–, el fortalecimiento de la ultraderecha en Alemania y Francia y la izquierda radical en Grecia, nadie confía al 100% en lo que revelan las encuestas. Algo ocurre con el electorado a la hora de emitir el voto. Me atrevo a decir que las redes sociales –que dan cuenta de cualquier dato cierto o falso– algo tienen que ver en lo que deciden en el último momento los electores.
De último momento, el director del FBI dio a conocer al Congreso que terminó la investigación de los correos electrónicos de Clinton y no encontró nada ilegal. La candidata no debe enfrentar ningún cargo. ¡Respiro para Clinton! Esto, por supuesto podría impactar en las elecciones. Pero ya nada se puede afirmar con certeza (muchos pensamos que los escándalos sexuales de Trump lo tendrían en el piso y de pronto se rearmó).
Pienso en tres escenarios:
1.- Que Hillary Clinton gane de forma apretada, la mayoría de los votos del Colegio Electoral, y que el Congreso quede dominado por los republicanos.
2.- Que Donald Trump efectivamente logre el triunfo, al sacar el verdadero “yo” del estadounidense xenófobo, racista, misógino, amante de las armas, de las tardes de barbecue y cerveza, el que tiene colgada en su ventana o en su patio la bandera estadounidense; del ciudadano medio que ha visto perder la posibilidad de vivir de los créditos hipotecarios interminables y de una pensión vitalicia; aquel norteamericano enojado y furioso con la pérdida de la comodidad a la que estaba acostumbrado y que culpa a los mexicanos, centroamericanos, sudamericanos y asiáticos de ser los causantes de su desgracia.
3.- Que Hillary Clinton logre lo que en México conocemos como “el carro completo”, triunfo contundente en el Colegio electoral y el Congreso, porque efectivamente la movilización de Barack Obama, Michelle, latinos, figuras relevantes del espectáculo, premios Nobel, permearon de último momento en el inconsciente del electorado. En tiempos de redes, todo es posible (se vale soñar).
Tan cerrada está la elección estadounidense que efectivamente cualquiera de los tres escenarios puede ocurrir. Previo a la votación, hablé con amigos estadounidenses de origen anglosajón y latinos, quienes me dijeron “ahora sí, no sabemos qué va a pasar. El ambiente está tan polarizado que en reuniones con amigos hemos preferido dejar a un lado la conversación en torno a las elecciones”.
Esta última frase me recordó el ambiente que vivimos en México en la elección del 2006, cuando la presidencia la disputaron Felipe Calderón y Andrés Manuel López Obrador. En esa ocasión muchos evitamos llevar a la mesa nuestras preferencias electorales. Era tal la crispación, que las tertulias acababan en discusiones interminables y lo que fue peor, en pérdidas de amistades, peor si las copas hacían su efecto.
En las últimas semanas leo y releo lo que gente como el escritor español Javier Marías se pregunta: “¿Cómo es posible que un tipo descerebrado, estafador, mentiroso a tiempo completo, racista, despectivo, machista, soez y de una antipatía moral como Donald Trump haya llegado hasta donde ha llegado?”.
Ya habrá tiempo para desmenuzar por qué Trump llegó hasta dónde llegó. Pero como dijo recientemente el expresidente español Felipe González: “Trump aún perdiendo ya ganó”. Y ya ganó porque efectivamente logró dividir o sacar a flote lo que la corrección política estadounidense ocultó mucho tiempo. Ya ganó porque derramó el odio y el miedo. Ya ganó porque fracturó a la nación más poderosa del mundo.
De los tres escenarios planteados, creo, el primero, que Hillary gane, es el más probable y anhelado por muchos aún con las dificultades que tenga para gobernar. Pero el segundo escenario, que Trump gane, no está descartado. En tiempos de turbulencia y enojo social, cualquier calamidad y locura pueden ocurrir. ¿Aceptará Trump su derrota, si así sucede? ¿Y qué pasará con sus millones de simpatizantes?