Hay madres jóvenes que no la harían sin el apoyo de… una hermana.
Mónica abraza a su pequeña hija en la soledad de su cuarto de hospital. La bebé es linda, es sana, pero “¿y qué voy a hacer sola?”, se pregunta la joven madre.
A sus 19 años se creyó las palabras zalameras de aquel fulanito que la llevó a sus redes y la embarazó. Del hombre, ni sus luces. Hizo de las suyas y se fue (como tantos otros).
Las lágrimas de la recién estrenada mamá son de dicha, de amargura, miedo, emoción. Hay una mano que se acerca a ella y que la acaricia. Es su hermana Graciela. Ahí, a su lado, al pie del cañón. Solidaria su hermana y amiga, cual madre “asociada”.
Las salidas de Mónica a trabajar, a correr, a perseguir otros sueños, no hubiera sido posible si no tuviera la comprensión y la ayuda de Graciela. Ésta última decidió no tener hijos. Lo asumió y es feliz así. No tiene hijos, pero tiene a Jimena, su sobrina.
Se realiza en ella. La ha visto llorar, gatear, crecer, ir a sus primeros días de escuela; ama verla bailar ballet clásico. Se le cae la baba con la chamaca.
Hay muchas madres solteras que no la hubieran hecho si no tuvieran una hermana a su lado. La segunda madre, la que no exige, la que sólo ama. La que llora de emoción y de orgullo. La mamá callada. La mamá siempre en el asiento de atrás. La mamá que no recibe flores el 10 de mayo…
Esas “segundas” madres que acompañan a caminar, que compran helados y chucherías, que son alcahuetas, que son divertidas y que tienen la mejor oreja. Que no se enojan porque tiene novio o novia. Que aconsejan y que echan a perder a los hijos no propios, porque –total- para eso están, para amar sin medida.
Esas segundas madres que también lloran en cada despedida y en cada mirada de adiós. Homenaje a esas madres que no lo son, pero como si lo fueran.
Raúl Piña es egresado de Ciencias de la Comunicación (UNAM). Extrovertido, el mejor contador de chistes y amante de las conversaciones largas. Fiel a su familia, de la que adopta honor, valor y mucho corazón. Vive en Toronto, Canadá, desde hace 20 años, pero sus raíces sin duda son 100% mexicanas. Escribe como le nace y como dijo Ana Karenina: “Ha tratado de vivir su vida sin herir a nadie”.