«EL ARCÓN DE HIPATIA»: Sólo victoria... sin género - Mujer es Más -

«EL ARCÓN DE HIPATIA»: Sólo victoria… sin género

Aún es antinatural a nuestra vista que una mujer se atreva a querer ocupar posiciones de poder. 

“Siempre te gustó ganar, los errores que te hacían perder te ponían de malas. No cambias”, era la voz de mi madre al analizarme sin gran afán, un día que estaba contrariada por un problema laboral.

 

Esto me hizo transportarme a mi época infantil y recordar las fiestas y sus concursos. Había uno en especial que detestaba: el juego de las sillas. Era imposible diseñar un plan para ganar. Era cuestión de suerte y el poder terminar sin silla o en el piso, como era común en ciertos competidores, me llenaba de vergüenza anticipada. Así que mi estrategia para evitar el enojo consistía en no participar. Me reservaba para aquellos concursos donde podía, con toda la astucia de mis 4 años, tener posibilidades  de triunfo. Porque si uno compite es para ganar, ¿qué no?

 

Tal vez a estas alturas algunos estén pensando que soy una mujer que gusta de ganar. Acertaron. Soy de metas definidas y cuando emprendo un trayecto lo hago para conseguir mi objetivo. Tal vez por eso me llamaron la atención algunos comentarios la semana pasada que abordaban el tema de las elecciones presidenciales en Estados Unidos. Eran críticas duras a uno de los candidatos. No es extraño si recordamos que uno de ellos, Donald Trump, ha recurrido a toda clase de insultos y descalificaciones racistas para construir su candidatura. Pero no, lo asombroso es que iban dirigidas contra Hillary Clinton.

 

Uno de ellos era la reseña de una encuesta con motivo del 400 aniversario de la muerte de William Shakespeare. Esta encuesta encontró que para el 23% de los consultados por la firma británica YouGov, Hillary Clinton es la persona que más identificaba la población con la “loca por el poder”, Lady Macbeth.

 

La esposa de Macbeth es uno de los más poderosos y terribles personajes femeninos en la literatura. Shakespeare nos la muestra en su primera escena, haciendo un llamado a los “espíritus que tienden en los pensamientos mortales” a privarla de su instinto femenino. 

 

Esto nos muestra que, en lo concerniente a su imagen pública, si bien Clinton proyecta ser exclusivamente profesional –efectiva, planeadora y  enfocada en metas–, esta aptitud es asociada por muchos como señal de que Clinton es maquiavélica, astuta y orientada a la búsqueda del poder.

 

Todas estas descalificaciones tienen un trasfondo de género. El tinte misógino es evidente. Existen pocos políticos hombres que hayan sido criticados por su ambición o su capacidad  intelectual o para las políticas públicas. Hillary se convirtió en la primera mujer en lograr la nominación demócrata y, de ganar, sería la primera mujer en ocupar el cargo que se ha ostentado exclusivamente masculino. Los presidentes de EU han sido denominados hasta hoy  como “el hombre más poderoso del mundo”.

 

Estamos ante una muestra del pensamiento que Clinton ha enfrentado. En 1998 contaba con el 67 % de popularidad. En ese momento ella era el reflejo de la esposa engañada que había decidió defender a su esposo, sorprendido en adulterio y que enfrentaba la amenaza de ser destituido por perjurio. Al parecer la imagen de una mujer vulnerada y abnegada no causaba a los estadunidenses la molestia que surgió 10 años después con las aspiraciones de Hillary.

 

En 2007,  previo a las primarias en las que contendió contra Barack Obama, el panorama de aquella empatía nacional cambió por completo. Incluso un grupo estableció una página en internet con el nombre de “StopHerNow.com”, para frenar la primera contienda por la candidatura presidencial de Clinton.  Ese mismo año, también surgieron sitios web, libros, y películas contra ella.   

 

En esa lista  de detractores está R. Emmett Tyrrell Jr., fundador y editor de la revista The American Spectator, quien ha llegado a llamarla “la Lady MacBeth de Little Rock”.  Es la comparación con Macbeth lo que nos evidencia de manera más clara cómo al día de hoy seguimos concibiendo como antinatural que una mujer se atreva a querer ocupar posiciones de poder.

 

No es ninguna ambición de su parte inadecuada o fuera de lugar: ha sido senadora y secretaria  de Estado. No es ilógico que un político de su trayectoria en una carrera pública de varias décadas de duración tenga como meta la presidencia.

 

Lo irritante parece ser que a las mujeres no se nos permite tener sueños y metas de poder. Se nos ha dicho que detrás de un gran hombre hay una gran mujer, pero jamás se habla de una mujer que decida salir de esa posición de sombra y tener metas y aspiraciones propias. Es hora de luchar por ellas y entender que el primer paso para tener el poder es tenerlo sobre nosotras mismas y vencer nuestro miedo a triunfar. El mundo no puede estar lleno de mujeres que viven a la sombra de grandes hombres ni esperar a que todas nos conformemos con ello. Noviembre será una excelente oportunidad para que SE demuestre que ser mujer, querer ser poderosa y lograrlo, no son un delito. 

 

(Estas líneas fueron escritas antes del debate entre los dos candidatos presidenciales a la Casa Blanca. Independientemente de cómo le haya ido a Hillary, no será raro que en los próximos días se repitan los prejuicios aquí descritos. Ojalá que no). 

 

*Foto: Perche-Quebec

 

Saraí Aguilar | @saraiarriozola

Es coordinadora del Departamento de Artes y Humanidades del Centro de Investigación y Desarrollo de Educación Bilingüe en Monterrey, Nuevo León. Maestra en Artes con especialidad en Difusión Cultural y candidata a doctora en Educación. 

 

 

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