La hoy diputada constituyente es una defensora de los derechos de los pueblos indígenas.
Cuando todavía se perfilaba como candidata a la Asamblea Constituyente, Nelly Juárez conversó en entrevista sobre sus propósitos legislativos, bajo la bandera de la defensa de los derechos de los pueblos y barrios originarios. Este día, será una de las mujeres jóvenes del PRD que integrarán formalmente el Congreso Constituyente.
Recordamos lo que nos contó.
Cual máscara de barro, o quizás como un charco enorme que se hunde, uno puede asomarse desde la azotea de un alto edificio, por ejemplo la torre Latinoamericana, y ver desde la cima al mutante que devora, casi sin contemplaciones, todos esos pequeños cuadritos en los que vivimos y a los que nombramos casas; hay quienes le llaman la mancha urbana. Y es que “tanto los pueblos originarios de la Ciudad de México como los de provincia, sufren la lucha contra la amenaza de no conservar la integralidad de su territorio”.
A sus 25 años, la joven abogada, indígena zapoteca, Nelly Juárez, comparte esta visión sobre la Ciudad de México como una megalópolis en la que “el territorio es el principal tema de los pueblos indígenas”.
Para venir a la ciudad a hacer leyes, antes tuvieron que transcurrir 17 años en la vida de esta mujer originaria de San Andrés Ixtlahuaca, un pueblo pequeño cercano a la capital de Oaxaca.
Recuerda que su papá le contaba cómo a través de un juicio se paró una lucha entre dos pueblos por la posesión de tierras: “siempre me inspiró esa historia para buscar la carrera de Derecho”, que cursó en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Un poco de infancia antes de parecer “lobo solitario”
Define sus 16 años de vida en el campo como divertidos: la convivencia con la naturaleza, los animales, yendo a nadar al río, acompañando a su mamá a hacer tortillas. “Soy una candidata que sabe hacer tortillas a mano. Sé pintar alebrijes; aprendí el tallado”, dice con una sonrisa dibujada en sus facciones amables y morenas.
Ya en la capital del país, se acepta “solitaria”, pero a pesar de todo disfruta mucho de espacios como la Cineteca Nacional; “soy una aficionada a los libros de ocasión, las librerías de viejo. Vivo en Xochimilco, el espacio más recóndito de una ciudad lacustre, me gusta ver cómo los floricultores embellecen esta ciudad con su amor por estar sembrando y cultivando flores. Pero suelo ser más lobo solitario. Fue una decisión difícil. Como mujer no está tan aceptado que abandonemos la casa paterna, pero yo ya estaba decidida a estudiar aquí”.
De su padre heredó el amor por la educación, pues “ha sido un hombre al que le gusta leer a pesar de haber estudiado solo la primaria”. De su madre, la admiración por las artesanías, negocio al que se dedica.
Primeros frutos de una educación zapoteca
La entonces candidata a la Asamblea Constituyente (hoy diputada electa), nos explica en qué circunstancias se encuentran las mujeres de los pueblos y barrios originarios: “Participativas, empoderadas. Vemos mujeres `comisariados ejidales`, mujeres jóvenes que llevan todo el peso de una `mayordomía`, de un comité ciudadano. Tienen una participación importante, pero también vemos la lucha machista innegable. Hay casos en que cuando ya los hombres ven que van perdiendo la votación, empiezan a comentar cosas como ‘que se regrésense a su casa’…, comentarios deplorables. Hay jóvenes al muy preparadas interior de las comunidades, admirables. Las mazahuas, por ejemplo, son prácticamente puras mujeres que se aglutinan entre ellas, en grupo, trabajando muy duro. Y hay un relevo generacional”.
¿Cómo es una mujer zapoteca?
-Yo me presentaría como mujer zapoteca: solidaria. Siempre estamos trabajando por la comunidad. Me vienen a la mente innumerables mujeres de mi pueblo que siempre han estado trabajando una por la otra, en momentos de migración de los hombres.
Nelly recuerda también la alegría de estar conviviendo en fiestas y transmite la sabiduría de una tradición:
Lo que nosotros llamamos Guelaguetza, no como el folclor de ir a bailar “los lunes del cerro”, sino la Guelaguetza que se hace día a día en los pueblos como obsequio, de dar a la otra, de dar entre las mismas personas de los pueblos lo que nos sobra, compartir. La Guelaguetza en mi pueblo es que si yo tengo una fiesta, un compromiso, un duelo, puedo pedir Guelaguetza o me pueden ofrecer Guelaguetza de tortillas, pollo, cualquier cosa para engrandecer la fiesta; yo, asumiendo también un compromiso de que en cierto momento tengo que pagárselo a esa persona que me lo entregó cuando yo lo necesitaba, para que ella también haga lo mismo. Es esa solidaridad que siempre he visto, con la que crecí y creo que es una referencia al pueblo oaxaqueño, al pueblo zapoteco.
¿Cuál es tu mensaje a las ciudadanas?
-Tienen que estar informadas para tomar decisiones. Tenemos en la información un empoderamiento; nunca paremos de estar descubriendo, investigando, de tener esa chispa de la curiosidad para crear por nosotras, por nuestra familia, nuestra comunidad, nuestra ciudad. Por más mínimo que sea un trabajo, beneficia a alguien más. No somos islas, vamos en comunidad. Mi mensaje siempre ha sido de unión, de trabajar juntos, todos vamos hacia un reconocimiento de los pueblos.
Al cuestionarle si ve una desaparición de pueblos y barrios originarios en la ciudad, refiere tres retos fundamentales:
Primero está el reconocimiento como personas con derechos, una persona colectiva y entonces vendrían otros derechos. Tiene que ver la integridad territorial, el medio ambiente. Se tiene que recuperar la zona ecológica. El suelo de uso de conservación es casi el 60% del territorio de la Ciudad de México.
El otro tema es los pueblos urbanos. Pone de ejemplo a San Lorenzo Xochimanca, un pueblo ubicado frente al Parque Hundido. “Son alrededor de siete manzanas absorbidas por la colonia Del Valle, y ellos están ahí cada año haciendo su festividad, peregrinaciones; se congregan para hacer libros de historia, para recuperar mucho de la memoria. Tenemos que estar reconociéndolos, diciendo: ahí están. Tal vez no tengan una zona rural, pero ahí están. Se debe de consultar a los pueblos sobre los proyectos de construcción urbana”.
“El tercero es la preservación de la memoria; recobrar y preservar las tradiciones, la danza, música, las festividades, arte plumario, arte floral, los cuales tienen significados espirituales”.
¿Cómo es que hoy en día eres candidata a la Asamblea Constituyente?
-Por mandato tenía que haber en los primeros 10 candidatos de los partidos presencia joven e indígena. Venía trabajando con la Convención de los Pueblos y Barrios Originarios, donde participan los 145 pueblos originarios y donde se debate cómo se quiere participar ante el Estado. Fui Secretaria Técnica. Yo no lo buscaba como tal, pero se abrió la posibilidad. Yo tenía las características entre mis compañeros de la convención: joven, mujer e indígena.
Herencia solidaria; primero devuelta a su tierra
Recientemente, Nelly Juárez, junto con sus dos hermanos que también son profesionistas, apoyan al desarrollo de su pueblo “con nuevas tecnologías como invernaderos, riego por boteo, buscando un nuevo modelo con productores del tomate y para generar aunque sea pocos empleos”.
Al tomar de bandera la defensa de los pueblos, la atención y reconocimiento de los artesanos (como si recordase siempre a sus padres), Nelly Antonia Juárez Audelo se dice orgullosa de dedicarse a esa labor y agradecida por la solidaridad que aprendió en su pueblo. “Sobre todo -subraya- he caminado los pueblos y barrios originarios. Yo sí he trabajado con comunidades indígenas residentes, con artesanos, con médicos tradicionales. Conozco cuáles son las exigencias sobre derechos de pueblos y barrios originarios. Yo sí soy capaz de conocer la problemática y llevarla al Constituyente”.