En plena conmemoración del derribo de las torres gemelas de NY, Hillary Clinton se desvanece.
La imagen de Hilary Clinton trastabillando al tratar de llegar a su camioneta durante la ceremonia de conmemoración del 11 de septiembre en Nueva York, desplazó la atención hacia un rumor que ha circulado desde hace meses en Washington: su estado de salud. El problema es que medios que abiertamente apoyan a Donald Trump, se han dedicado a amplificar el asunto con insinuaciones de que lo que la aqueja es de gravedad y que no estaría en condiciones siquiera de completar un primer periodo al frente de la Casa Blanca.
La táctica que hasta ahora ha utilizado la campaña de la candidata Demócrata de minimizar y hasta burlarse de esos rumores, quizás ha empeorado la situación. Por ejemplo, dando un discurso el pasado lunes (3 de septiembre) en Ohio, Clinton sufrió un ataque de tos, que ella explicó diciendo: “Solo hablar de Trump me ocasiona una acción alérgica”. Pero se escuchaba además ronca y congestionada. En retrospectiva, vemos que su “alergia” era más bien indicio del padecimiento que el viernes siguiente desembocó en una neumonía, como finalmente tuvo que informar su equipo luego de su desvanecimiento en Nueva York. Mejor hubiera sido que Clinton abiertamente dijera “disculpen, pero tengo ‘x’ enfermedad”. Trump lo ha hecho sin problemas durante su campaña cuando ha sido aquejado por gripe.
Pero Trump, de 70 años, ha explotado su imagen de macho y poco o nada le puede afectar reconocer que ha sido atacado por algún padecimiento. Clinton, de 68, está siendo medida con otro rasero, que puede también relacionarse con el hecho de que siendo mujer tendría de por sí el vigor que se requeriría para llevar las riendas del país mas poderoso del mundo. Sin embargo, los hechos lo contradicen. Clinton siguió adelante con su apretada agenda a pesar de padecer neumonía, lo cual no sería fácil ni isiquiera en una persona décadas más joven. Pero siendo atacada por todos los frentes a pocas semanas de las elecciones presidenciales, Clinton ha tenido que hacer un esfuerzo sobrehumano para no darle parque a sus enemigos. Lo ocurrido el domingo debería de ser la oportunidad para que la campaña de Clinton cambiara de táctica y en lugar de tratar de minimizar cualquier sugerencia sobre la salud de la ex primera dama, hablara sin tapujos de los padecimientos que ha tenido y que no son tan graves como para poner en riesgo su vida.
Lo que ha trascendido sobre el estado de salud de Clinton es lo siguiente: En 1998 se le formó un coágulo en la pierna derecha; en 2008, se le hizo otro también en la pierna, y en el 2012, se le fue uno al cerebro. Es así de simple o complicado, dependiendo cómo se le quiera ver. Una ventaja de saber que tiene esa proclividad es que su equipo médico (que debe ser de primer nivel), la tiene muy vigilada y ella estaría tomando todas las precauciones para evitar que la condición se repita. Lo difícil será convencer a la prensa y a sus posibles electores de que los padecimientos de Clinton no son tan graves como las especulaciones han sugerido. Por otro lado, se le podría acusar de que acostumbra mentir, o no decir la verdad, con respecto a todo lo que pueda afectar su imagen. Es decir, en este momento está “entre la espada y la pared”. Y dependerá de quién está con, o contra de ella, como lo quiera interpretar.
El problema, como siempre, serán los indecisos que están buscando cualquier pretexto para inclinarse por el candidato opositor y, en este caso, ya sabemos quién sale ganando. A pesar de que el porcentaje de estadounidenses que tienen una mala imagen de Trump sigue en aumento (más del 70%, según algunas encuestas) él sigue avanzando en las preferencias electorales, por lo menos a nivel nacional. El más reciente sondeo del Washington Post y la cadena ABC, lo sitúa en un 41% y a Hilary en 46%, un margen que si hoy fueran las elecciones, denota que bien podría ser el próximo mandatario de Estados Unidos.
Ojalá que la nefasta posibilidad sea suficiente para disuadir a muchos que aún no están convencidos de darle su voto a Hilary. Si no es eso, más bien es la salud de la candidata lo que los pone a dudar; habría que recordarles que otros mandatarios han padecido males que no fueron revelados en su momento y que tampoco impidieron que tuvieran un buen desempeño en la Casa Blanca. Recordemos que Franklin D. Roosevelt ocultó que la polio lo había dejado prácticamente paralítico y el mismo John F. Kennedy, tenía diversos padecimientos gastrointestinales y en la espalda, lo que ha menudo lo dejaba postrado por el dolor. Pero, en esto como en todo, tratándose de explicaciones, bien dice el dicho: “Tus amigos no las necesitan y tus enemigos, no te las creen”.