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«A CONTRALUZ»: Autoboicot en Los Pinos

Ni un buen guionista hubiese pensado en invitar a Trump a Los Pinos. 

Ni el enemigo más acérrimo de la administración priísta, ni el guionista de ficción más maquiavélico pudo haber pensado en un solo hecho que provocara tales niveles de odio contra el presidente Enrique Peña Nieto, como los que provocó la invitación a Los Pinos, del candidato republicano a la presidencia de Estados Unidos, Donald Trump.

 

Los defensores de Peña han salido a decir que en el largo plazo la invitación no genera ningún efecto negativo al interior del país, ni en la relación con Estados Unidos. Pero es muy pronto para hacer tales afirmaciones; de entrada está la negativa de Hillary Clinton a visitar nuestro país y reunirse con Peña.

 

Nadie puede garantizar que de llegar a la presidencia de Estados Unidos, Hillary no le pague a Peña con la misma moneda y que en plena campaña por la presidencia de México, Hillary invite a una candidata o candidato de la oposición mexicana a visitar la Casa Blanca, con su consecuente rueda de prensa, sesión de fotos, y ahora sí, sonrisas de por medio.

 

Si efectivamente fue el secretario de Hacienda, Luis Videgaray, el artífice de la reunión Peña-Trump, por favor que alguien de su equipo salga a explicar cómo es que esperaban que dicha reunión lanzara un mensaje positivo a los mercados internacionales, generando confianza en la estabilidad de México.

 

En la entrevista que Carlos Marín le hizo a Peña el lunes pasado, en Alaska, el comunicador ya de plano le dijo al mandatario que durante la reunión con Trump, él no se sintió representado por Peña como presidente. No es el único.

 

Peña se limitó a responderle a Marín, que será en el largo plazo cuando podamos comprender por qué se invitó a Trump. Lo dudo mucho. Yo creo que ni el mismo Peña cree esa explicación. Lo digo por las fotos del día de la reunión con Trump: la expresión de enojo, frustración y preocupación en el rostro del mandatario mexicano era inocultable… mientras que en el rostro de Trump, la satisfacción era evidente.

 

No es de sorprender que la canciller Claudia Ruiz Massieu quisiera renunciar a su cargo. Mientras tanto, allá en Pennsylvania Avenue, en la capital estadounidense los diplomáticos de la embajada mexicana no dejan de preguntarse ¿En qué pensaba Peña cuando invitó a Trump?

 

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