Trump es bienvenido en Los Pinos.
Tal vez sea una desgracia pero siempre creí, así me lo enseñaron en casa y en la escuela, que quien detentaba el puesto más importante del país daba la vida por México.
Ayer fui testigo, junto con millones de mexicanos, de un acto indigno: un candidato a la presidencia de los Estados Unidos humilló al pueblo de México en la Residencia Oficial de Los Pinos. Traer, invitar, someterse a la agenda de un enemigo de México como lo es Donald Trump no sólo es un gran error diplomático, es el peor error cometido por quien tiene bajo su mando el destino del país.
No recuerdo que en ninguna de mis clases de historia (con todo y que era la historia oficial) me contaran que un extranjero podría insultar un día sí y otro también a mis conciudadanos y que, por arte de la diplomacia, lo traeríamos al epicentro del poder para que nos humillara como lo hizo el representante republicano que visitó Los Pinos.
Este país vive una hora negra en su historia. La violencia está desatada y no queda claro si todo es producto de las actividades delincuenciales del crimen organizado o los aparatos de seguridad del Estado actúan como tales para usar a la violencia como método y forma de contención social.
No hay creación de empleos y los que se generan pagan miserias. No existe actividad industrial, pues no hay una política pública que incentive la inversión. El gasto público está reducido a unas cuantas obras y al pago de la burocracia no genera riqueza. Cada mes bajan las proyecciones de crecimiento del país y estamos atorados desde hace décadas en un crecimiento mediocre.
Y no es que todo lo anterior fuera soportable o se pudiera disculpar, pero nos acostumbramos a vivir en crisis permanente. Lo que no nos había tocado vivir, al menos los que nacimos la segunda mitad de los años sesenta, era ver cómo un “extraño enemigo” (Francisco González Bocanegra) humillara a un pueblo “de violadores”.
Desde que comenzó su campaña, Donald Trump amenazó con repatriar a los migrantes mexicanos. Planea separar familias. Quiere construir un muro para evitar, dice él, que las drogas y los malos mexicanos pasen la frontera.
Aquí, ante el repudio generalizado, esperábamos que el Jefe de las Instituciones defendiera con firmeza y gallardía los intereses de México. No sucedió. Quien detenta la presidencia de México disculpó al ofensor al tono de “las malas interpretaciones”.
Ha sido humillante ver que un enemigo es traído a México para insultarnos aún más. Y peor, que le llame “amigo” al máximo dirigente de este país.
Hay quien piensa que la llegada de Trump a Los Pinos fue una clase de diplomacia. Lamento no coincidir. Hay quienes creen que fue una gran cátedra de alta política. Disiento.
Como muchos mexicanos, me siento humillado por la visita del personaje. Perdón, pero mi formación se inscribió en el amor a la Patria, la Bandera y el laicismo. Gracias a Dios.